¿Y nuestro Pentecostés?

¿Y nuestro Pentecostés?

Redacción (Gaudium Press) Una vez que el transcurso de la historia llegó a su auge recibiendo a su propio Creador «nacido de una mujer y sujeto a la ley» (Gal 4,4) no se limitó éste a darnos el ejemplo de humildad,rebajándose a la condición de hombre, sino quiso elevar a los Hombres a la naturaleza divina por la obra de la gracia, cosa imposible e impensable para los hombres, pero posible para Dios.

De esta manera él estableció su reino, que nada más es que el reino de la gracia.

Siendo así, durante su pasaje por esta tierra Nuestro Señor Jesucristo dejó su Iglesia fundada sobre roca siendo Él mismo su propia Cabeza, una vez que hizo de la Iglesia su Cuerpo Místico.

De esta manera, para la vitalidad de aquellos que son sus miembros, Cristo dejó los sacramentos, los cuales nos dispensan las gracias necesarias para que alcancemos el cielo y para que vivamos en plenitud la vida Cristiana.

De esta forma Dios visa conducir a todos los cristianos no solamente a una vida simplemente buena o cómoda, sino a la perfección, pues fue Él mismo que en el evangelio nos dejó este mandato: «Por tanto, sed perfectos, así como vuestro Padre celeste es perfecto». (Mt 5, 48).

De esta manera el Divino Maestro nos manifiesta su deseo de que alcancemos la plenitud de la perfección a través del conocimiento y de la vida del Padre.

Por causa de esto, después de haber recibido el bautismo, es necesario que de alguna forma recibamos la plenitud del Espíritu Santo que nos torna perfectos cristianos, Soldados del mismo Cristo.

Con este fin fue que Cristo instituyó el sacramento del Crisma, o Confirmación. El propio significado de la palabra nos deja todo claro, pues confirmar significa firmar o consolidar y fue esto lo que Nuestro Señor quiso hacer con su Iglesia enviando al Espíritu Santo en Pentecostés y no solo en Pentecostés, sino en nuestro pentecostés también.

Nuevo pentecostés

Es justamente con el sacramento del Crisma que nosotros alcanzamos el florecer y la plenitud de los dones del Espíritu Santo, que hoy celebramos. El cual hace de cada uno de nosotros soldados de Cristo, como anteriormente mencionamos.

Pero, para comprender mejor este magnífico sacramento, consideremos los hechos que pronto recordaremos: los tiempos posteriores e la Ascensión del Salvador, cuando entraron al cenáculo Pedro y sus compañeros para meditar en las últimas palabras de Jesús cuando, «de repente, vino del cielo un ruido, como si soplase un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde estaban sentados.

Les apareció entonces una especie de lenguas de fuego que se repartieron y posaron sobre cada uno de ellos». (At 2, 2-4).

De esta manera los apóstoles fueron transformados, y aquellos hombres que antes se mostraban miedosos e incapaces de comprender al Mesías – como muchos otros judíos, que esperaban la restauración del reino de Israel de una forma meramente humana preocupándose únicamente en ocupar los primeros lugares de este reino utópico-, pasaron a tener disposiciones de alma heroicas llegando a la deliberación de dar sus propias vidas, si necesario fuese, por el Reino de Dios.

Un buen ejemplo de esta transformación fue el Apóstol Pedro, primer Papa, que en un primer momento, delante del misterio de la Cruz permanece desorientado al punto de merecer del Maestro la reprehensión: «Aléjate de mí, Satanás, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mc 8, 33).

Poco antes de la Crucifixión San Pedro negó por tres veces al Señor. Y todavía después de la propia resurrección San Pedro, junto a los otros, se oculta en una casa por temor a los judíos.

Entretanto, luego después de Pentecostés es que el príncipe de la Iglesia reaparece transfigurado, predicando sin temor el nombre Del Crucificado, convirtiendo multitudes, resucitando muertos, curando enfermedades con simple pasar de su sombra y dispuesto a soportar azotes, prisión y hasta inclusive, al llegar su hora, aceptar la muerte en cruz de cabeza para abajo, y todo eso para predicar el nombre de Jesús a todas las naciones.

¿Cómo explicar tamaña transformación, no solo de Pedro, sino de todos los discípulos, cómo esos corazones ciegos fueron transformados y llenados de dones y luces divinas al punto de ser los fundamentos de una institución ya 20 veces secular?

La respuesta la encontramos retomando los Hechos de los Apóstoles: «Les apareció entonces una especie de lenguas de fuego que se repartieron y posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas, conforme el Espíritu Santo les concedía que hablasen». (At 2, 3-4)

Sí, fue el Espíritu Santo mandado por el Padre y prometido por el Hijo: «Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Paráclito, para que esté eternamente con vosotros». (Jn 14, 16), de esta forma está confirmada la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia hasta el final de los tiempos.

Los apóstoles fueron los primeros beneficiados, no, sin embargo los únicos pues «También en nuestros días, a través de su enseñanza, el Espíritu del Señor resucitado continúa haciendo resonar su voz e iluminando el camino que lleva a aquella Verdad, la única que nos puede tornar libres y dar sentido pleno a nuestra vida»

Por tanto pidamos al Divino Espíritu Santo Fuerzas para ser verdaderos discípulos de Cristo y Apóstoles del Evangelio.

Por José Antônio Dominguez

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

¡VEN ESPÍRITU SANTO Y DANOS VIDA!

      Celebramos la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu. Celebramos el recuerdo intenso de su Palabra, el aliento de su Presencia que fue transformando a sus discípulos hasta que se hizo en ellos fuerza incontenible y poderosa, y un día, por fin, salieron a la calle como testigos públicos de Jesús Resucitado. Así nació la Iglesia, con la acogida del Espíritu de Dios.

En ella hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; diferentes servicios, pero un mismo Espíritu; es constituida como comunidad y familia de todos formando un solo Cuerpo, animados por el mismo Espíritu. Desde aquel día la Iglesia, formada por los seguidores de Jesús, repartidos por todas las naciones de la tierra, se sabe alentada por el mismo Espíritu, se esfuerza por sobrepasar toda lengua, frontera y nación con el anuncio del Evangelio en sus acciones y palabras, y asume la misión a salir a la calle del mundo para anunciar la resurrección de aquél que fue crucificado. 

      La Iglesia necesita el Espíritu de Cristo:

Espíritu de vida que nos haga mujeres y hombres creativos y creadores, capaces de poner vida y aliento para no dormirnos en los laureles.

Espíritu de discernimiento para entender por donde sopla el Espíritu, para entender el mensaje del Espíritu con los “signos de los tiempos”  

Espíritu de amor que consigue que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de paz: que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

1ª LECTURA 
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:
– ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?

Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

        Dios envía su Espíritu a los Apóstoles y los que estaban «encerrados y desconcertados» se lanzan a la calle para anunciar la salvación de Dios a las gentes venidas de todo el mundo. El mensaje evangélico sufre una acogida diversa: unos «oyen hablar de las maravillas de Dios» y otros piensan que «aquellos hombres están borrachos». El Espíritu, con su luz les empuja a testimoniar el amor de Dios a todos sin excepción y su perdón por la muerte y resurrección de Jesús. 

SALMO  

Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

  • Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
    Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. R:
  • Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo;
    envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R:
  • Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras.
    Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. R: 

2ª LECTURA
1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,3b-7. 12-13

Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA  

   El apóstol Pablo da una serie de advertencias sobre los carismas que Dios concede a la Iglesia. Cada uno recibe su carisma especial, pero todos están ordenados a construir la unidad de la Iglesia. Los carismas se dan para el bien de la Comunidad y no para el bien personal exclusivamente. Todos ellos proceden del mismo Espíritu. No cabe, por tanto, que sean causa de divisiones en la Comunidad.  

EVANGELIO
 Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
– Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Palabra de Dios  

COMENTARIO AL EVANGELIO     Jesús transmite a sus discípulos un mensaje de paz, su sola presencia les transmite alegría y les quita el miedo. A partir de este momento los envía a todo el mundo para que lleven su mensaje y vivan como Él les ha enseñado. Les transmite su Espíritu para que sean fuertes y perdonen los pecados. 

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

¡VEN ESPÍRITU SANTO Y TRANSFORMANOS! 

Poco a poco vamos aprendiendo a no necesitar estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros, con nuestro más íntimo. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.

Hemos aprendido a dejarnos programar desde fuera, quizás no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos, nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.

Hemos aprendido a ser más escépticos, pero también comprendemos que somos más frágiles e inseguros, a veces no encontramos sosiego y paz y nos embarga la tristeza. Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, sentirnos bien, sentirnos mejor, buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero aún así no somos felices del todo. Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.

Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos «amor» y al placer «felicidad», pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.

Muchas veces la presencia de Dios ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con Él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.


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1 – Cf João Clá Dias. O Dom de sabedoria na mente, vida e obra de Plinio Corrêa de Oliveira. São Paulo: se. 2012.

2 – PAPA BENTO XVI: REGINA CÆLI, 27 de Maio de 2012

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