Vagues es una localidad muy pequeña del interior de la diócesis de Zárate-Campana, ubicada en el partido de San Antonio de Areco, donde los Religiosos Camilos crearon el Hogar, llamado precisamente, “San Camilo”, donde con gran amor y profesionalidad son cuidados 90 chicos y chicas con discapacidad profunda, de distintas edades. A su situación, en general bastante humilde, se une la deficiencia motora en distintos grados que sufren, la mayoría en grado severo. Este hogar es un punto de referencia, por su forma de cuidar y de trabajar con las personas con discapacidad. Es también un hogar modelo, que necesita del apoyo y la ayuda económica de todos para seguir prestando el servicio a estos jóvenes. Nuestro Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, quien en distintas ocasiones en el año se reunió con los Padres Camilos (cuyo Provincial, el Padre Juan Antonio, se trasladó a Vagues hace más de un año y allí reside) acudió a una visita pastoral, con motivo de la celebración del Santo Fundador del Instituto Religioso, ocasión en que pudo visitar a todos y cada uno de los jóvenes internos, al personal médico y de enfermería, a los sacerdotes y hermanos, y asimismo celebrar, al final, la misa comunitaria en la hermosa capilla que sirve a la vez de lugar de culto para la localidad (jurisdiccionalmente ubicada en la parroquia de San Patricio, de San Antonio de Areco). Concelebraron con el Obispo el Padre Provincial, Juan Antonio, el P. Amado y otros sacerdotes del Instituto, así como Mons. Roberto Amondaráin y el P. Scampini, O.P. quien es originario de San Antonio de Areco.
El Obispo hizo alusión en la homilía al carisma de San Camilo de Lelis, al amor hecho carne en el servicio a los más necesitados y a los enfermos, y también a las especiales “capacidades” de amor y afecto, de sensibilidad y sintonía espiritual con que cuentan las personas llamadas “discapacitadas”, en especial las “profundas”. Señaló también Mons. Oscar Sarlinga que, “en un sentido, “todos” –dijo- con todas nuestras capacidades que Dios nos dio, padecemos también algún tipo de discapacidad, más no sea, por ejemplo, las de tipo existencial, cierto sentido de desorientación, el debilitamiento del espíritu de amor o de la capacidad de perdonar, de volver a empezar, de resiliencia espiritual” . Somos por ello, acotó el Obispo, “también necesitados de la comprensión, del afecto y de la atención de nuestros semejantes y familiares, en especial si son católicos, y la conciencia psicológica y moral de esta realidad nos tiene que ayudar a ser más humildes, y a ponernos más a disposición del servicio, con un sentido de evangelización y civilización”. Felicitó a la congregación de los Padres Camilos, a los laicos colaboradores, ya profesionales, ya voluntarios de la obra que allí se realiza (y que es un centro irradiador para la región) y expresó el deseo que en un futuro próximo pudieran realizar una experiencia pastoral en ese lugar también algunos de los seminaristas de la diócesis. Destacó también Mons. Sarlinga el espíritu de servicio del personal, y el amor y la dedicación con la que realizan sus tareas.
En cuanto a los orígenes del Hogar San Camilo, buceando un poco en la historia, cabe destacar que fue el Padre Camilo P. Wendelin Rofner, fallecido este año a los 88 años, quien inició las primeras obras de este hogar señero de la caridad cristiana y del buen desempeño profesional, en los albores de 1960. En efecto, en el andén de la estación de Vagues, cuando aún no había cumplido 15 años María Esther junto a otra niña vio descender del tren de las cuatro y media de la tarde de un día de invierno de 1957 a un sacerdote de 34 años que llegaba desconsolado al nuevo destino. Wendelin venía de Lima, Perú, donde desarrollaba cargos y actividades en la congregación San Camilo, era ecónomo –administrador de todos los bienes- y capellán en un leprosario situado en las inmediaciones de la capital peruana.
En aquella época los superiores de la congregación envíaron al P. Wendelin a Vagues con la misión de supervisar la construcción de lo que es hoy el Hogar de San Camilo. A miles de kilómetros de su tierra natal. El sacerdote predicaba y sostenía que el rezo todo lo puede, y así fue. Luego de un mes recibió fuerzas, llenó su espíritu con la alegría de vivir según los designios del Señor y puso manos a la obra. Al inicio funcionó también un colegio de alumnos internos, con óptimo resultado, que duró durante 10 años –cerró en 1977- en el edificio del actual Hogar de Vagues. Cuando el sacerdote llegó en 1957 el Hogar contaba sólo la piedra fundamental y luego de la obra de P. Wendelin se erigió en lo que se ve actualmente, excepto la capilla que es más nueva y algunas reformas internas propias de los avances tecnológicos. El colegio de nivel secundario era abierto y además de contener adolescentes, no sólo de San Antonio de Areco sino de la región, tenía por objeto formar jóvenes comprometidos con el servicio al prójimo y suscitar vocaciones. En el año de 1975 la congregación argentina de San Camilo fue adscripta a la rama española, más dedicada al servicio de los enfermos que a la educación, razón por la cual todos los esfuerzos se concentraron en el Hogar que perdura y prospera hoy día, al punto que es un centro de excelencia reconocido a nivel nacional, donde muchos jóvenes de familias humildes son atendidos.
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