Según el relato de Mateo, la familia de Jesús vivió la experiencia trágica de los refugiados, obligados a huir de su hogar para buscar asilo en un país extraño. Nada más nacer Jesús se vieron envueltos en toda clase de penalidades.
UNA FAMILIA DE REFUDIADOS
Todo comienza cuando saben que Herodes busca al niño para acabar con él y se ven obligados a buscar refugio en Egipto. De noche, de manera precipitada y angustiosa, comienza su odisea. Al morir Herodes se vuelven a Judea, pero enterados de que allí reina Arquelao, conocido por su «crueldad y tiranía», se instalan en Nazaret.
El mensaje de Mateo al dibujar con trazos tan sombríos los primeros pasos de Jesús es decirnos que la acción salvadora de Dios se abre camino en medio de amenazas e incertidumbres, que quienes trabajen por un mundo mejor con el espíritu de este Mesías, lo harán desde la debilidad de los amenazados, no desde la seguridad de los poderosos. Por eso, Mateo no llama a Jesús «Rey de los judíos» sino «Dios-con-nosotros». Lo hemos de reconocer compartiendo la suerte de quienes viven en la inseguridad y el miedo. Una cosa es clara: sólo habrá paz cuando desaparezcan los que atentan contra los inocentes. Trabajar por la paz es luchar contra los abusos e injusticias.
En ese esfuerzo, muchas veces penoso e incierto, hemos de saber que nuestra vida está sostenida y guiada por la «Presencia invisible» de Dios al que hemos de buscar en la oscuridad de la fe.