Monseñor André Lacrampe acompaña una etapa en el automóvil de la prensa para mostrar la cercanía de Dios y la Iglesia al mundo del ciclismo
(Desde El Cañamelar, Valencia, José Ángel Crespo Flor). La noticia como poco me parece curiosa y trascendente. Curiosa porque no resulta muy normal que todo un obispo se meta a seguir una etapa ciclista en un coche de los destinados a la prensa y se meta entre pecho y espalda más de cientos cincuenta kilómetros y trascendente porque ello confirma que el deporte interesa y no poco a la Iglesia por más que algunos curas pretendan ningunearlo.
Además, el ciclismo lo tiene todo para convertirse en un deporte a admirar. Esfuerzo, compañerismo, sacrificio, labor de equipo, servicio al ‘jefe de filas’ o al líder son algunas de las normas que hacen del ciclismo una ‘escuela para la vida’ y eso al parece lo reconoce la Iglesia. Por lo menos este arzobispo de Besançon que, con su apuesta valiente, ha hecho un gran servicio al deporte en general y al ciclismo de manera particular, tan denostado por algunos que sólo hablan de él cuando existen ‘trapos sucios’ como si los otros deportes no tuviesen nada que esconder.
LAS NOTICIA DE ZENIT
El obispo de Besançon, monseñor André Lacrampe, disfrutó de la legendaria etapa Bagnères-de-Luchon a Pau, el 20 de julio, siguiendo a los dos líderes de la clasificación general, Alberto Contador y Andy Schleck, en la ascensión de la mítica cima del Tourmalet, adonde llegaron en orden inverso, pero en la que Contandor defendió su liderato.
«Tenemos que vivir la dimensión de la fe en todas las realidades de la existencia. No hay nada que nos deba dejar indiferentes», explicó monseñor Lacrampe a través de una nota publicada en la página web del episcopado francés.
Para el obispo de Besançon, originario de los Pirineos y ciclista «cuando era joven», esta etapa ha sido una «vuelta a sus raíces» y una manera para conversar y compartir momentos con los directores deportivos y ciclistas, así como con otros cristianos que participan en el Tour.
El obispo subraya los valores que promueve este deporte, como es «la valentía, la abnegación, el esfuerzo, la perseverancia», así como el trabajo en equipo y la apertura universal de este acontecimiento deportivo, que concluye esta edición en París mañana domingo, solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España.
Y como se trata de un obispo de la Iglesia Católica y estamos rememorando la etapa que concluyó en el mítico Tourmalet, no podemos finalizar este trabajo periodístico sin ‘colocar’ la oración que un sacerdote y periodista valenciano, Antonio Díaz Tortajada, aficionado también al ciclismo, escribió para que la hiciera suya la familia ciclista.
ORACION A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES (SEÑORA DE LOS PIRINEOS)
por Antonio DÍAZ TORTAJADA Sacerdote-periodista
Señora de los Pirineos:
En el corazón de estas montañas confluyen tu mirada maternal y la de tantos hijos tuyos que dominados por la enfermedad los achaques y el dolor acuden a tus pies. Tu eres la causa de nuestra alegría, ilumina a cuantos lleguen a estas montañas para que te reconozcan como Madre y Señora en medio de tanta belleza, y así se dejen atraer por la bondad y belleza del Creador que hizo de ti el vértice de la hermosura humana y divina.
Tú te acercaste en medio de estos peñascos hace 150 años a la niña Bernardita Soubirous y te manifestaste como la Inmaculada Concepción, y aquí en medio de tanta belleza pusiste tu casa y, sin cesar, dispensas los dones de tu Hijo
Tú quisiste fijar tu morada en estas verdes y ásperas montañas de Francia, para ver mejor desde lo alto de las cumbres los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de tus hijos. Hoy llegamos ante tu bella imagen trayéndote la flor perfumada de nuestro corazón.
Te cantamos hoy, como te cantaron ayer y te cantarán siempre todas las generaciones: ¡Tú eres la flor más hermosa y el fruto más preciado de la humanidad! Eres la bendición pura de Dios en el corazón del mundo y de la Iglesia. Bendita, porque creíste y te fiaste de Dios, porque a Él consagraste, por entero, las fuerzas de tu alma y de tu cuerpo.
Tú eres Señora de los Pirineos tú eres la sierva del Señor, nuestra Madre y Reina. Tú eres la bella morada de estos cerros, que este reencuentro contigo en tu imagen sea el reencuentro con cada uno de nuestros hermanos.
Tú que eres la Madre de Dios y nuestra y todo lo puedes. Te pedimos, Señora, desde este corazón de los Pirineos que es tu cueva, tu casa, tu trono por todos los que invocan tu nombre en tantos otros lugares que, esparcidos en la geografía del mundo, son faros de fe, santuarios donde brota el fervor de la esperanza, morada tuya donde tus hijos se reúnen en torno al altar.
Préstanos esos tus ojos misericordiosos para que aprendemos de ti a encontrar la música y la letra, el tono justo de las bendiciones que debemos pronunciar los unos sobre los otros.
Dános tu valiosa ayuda para que podamos llegar un día desde estos Pirineos a la resplandeciente montañas del paraíso y reinar eternamente contigo. Amén.