La Biblia es un libro inigualable. Es el libro más amado pero también el más rechazado. Es el libro más divulgado en el mundo, pero también ha sido el más fuertemente señalado.
Contiene cosas tan sencillas que están al alcance de los niños, pero es tan profundo que cautiva las mentes más cultas.
La Biblia habla con autoridad sobre temas de interés vital para todo ser humano, sea cual sea su raza, su religión o sus opiniones filosóficas. Responde a preguntas que, sin ella, quedarían insolubles.
La Biblia fue escrita durante un periodo de más de quince siglos, por unos cuarenta autores de condiciones sociales muy variadas y de lugares muy diferentes.
A pesar de esta gran diversidad, la Biblia tiene una maravillosa unidad en cuanto a la doctrina y al pensamiento. Un único espíritu, el Espíritu de Dios, la anima desde la primera hasta la última página. Los que rehúsan verla así deberían creer en un verdadero milagro literario.
Sería como si cuarenta personas venidas de todos los lugares del mundo trajesen cada una un trozo de mármol, sin haberse consultado entre sí, y los juntasen sin retocar nada, para formar una estatua con proporciones perfectas.
Al leer la Biblia sin prejuicios, siempre se sacará mucho provecho. Dios dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” (Isaías 55:3). El que se acerca a él así reconocerá que Dios le habla.