UN DIOS SIN ATRACTIVO
Jesús trataba de comunicar a la gente su experiencia de Dios y de su gran proyecto de ir haciendo un mundo más digno y dichoso para todos.
Jesús quería despertar en sus discípulos el deseo de Dios. Les quería hacer ver que encontrarse con Él podía ser un descubrimiento inesperado, una sorpresa grande y para que lo entendieran les contó dos parábolas: la del labrador que «encuentra» un tesoro escondido en el campo y la del comerciante en perlas finas que «encuentra» una perla de gran valor y para hacerse con el tesoro y con la perla “venden todo lo que tienen»
Para Jesús el tesoro de sus seguidores tiene que ser encontrarse con Dios, un Dios que resulta tan atractivo, inesperado y sorprendente que quien lo encuentra, se siente tocado en lo más hondo de su ser. Ya nada puede ser como antes.
A nuestra religión le falta el «atractivo de Dios». Muchos cristianos se relacionan con él por obligación, por miedo, por costumbre, por deber…, pero no porque se sientan atraídos por él. Tarde o temprano pueden terminar abandonando esa religión. A muchos cristianos se les ha presentado una imagen tan deformada de Dios y de la relación que podemos vivir con él, que la experiencia religiosa les resulta inaceptable e incluso insoportable. No pocas personas están abandonando ahora mismo a Dios porque no pueden vivir ya por más tiempo en un clima religioso impregnado de culpas, prohibiciones o castigos.
Cada domingo, miles y miles de presbíteros y obispos predican el Evangelio, comentando las parábolas de Jesús y sus gestos de bondad a millones y millones de creyentes, sin embargo, es posible que no consigan atraer sus corazones hacia el Dios revelado en Jesús, ni transmitir el misterio de su Bondad.