¡Todos somos Bartimeo! – Reflexión
Escrito por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez,
En tiempo de Jesús el ciego Bartimeo, reflejaba la viva estampa de la miseria, del desamparo y la desesperanza, sin embargo Jesús se acerca a él, como lo hizo con los sordos, los paralíticos, es decir los así llamados hoy discapacitados, en la comunidad eclesial, “los amigos especiales”.
Lo hacía mirando con sensibilidad su marginación y doliéndose como tantos pasaban de largo, o como tenían que salir a pedir algo para valerse por sí mismos.
Para Jesús son prioridad en sus recorridos pastorales, como tienen que serlo hoy en nuestro recorrido misionero; no podemos pasar de largo, sin que la comunidad extienda su mano por ellos.
Jesús realiza un hecho prodigioso curando a Bartimeo, pero también el relato tiene la intención de hacer una severa critica contra los discípulos, y denuncia su incomprensión y torpeza: ellos se han opuesto en algún momento a Jesús cuando les ha hablado de dar la vida, de compartir, de hacerse los últimos, de arrancarse los ojos para entrar en el Reino, de hacerse los servidores de todos…
Este relato es toda una catequesis que nos invita al cambio y que nos urge a la conversión. La situación de Bartimeo está descrita con rasgos muy precisos: Es un hombre ciego al que le falta la luz y la orientación.
Está sentado, incapaz de dar ya más pasos. Se encuentra al borde del camino, sin una trayectoria en la vida. Es mendigo, su vida y subsistencia dependen de los demás.
Sin embargo, la narración afirma que dentro de este hombre hay todavía una fe capaz de hacerlo reaccionar y de ponerlo de nuevo en el verdadero camino. Bartimeo percibe que Jesús no está lejos y entonces pide a gritos ayuda.
La respuesta de Jesús no se hace esperar con la pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”; el ciego Bartimeo, cansado de estar sentado desea recobrar la vista y seguir a Jesús.
Aquel ciego era modelo y figura del discípulo; Jesús tuvo que imponerle las manos dos veces; tras la primera sólo veía confusamente.
No es fácil dar la vista nítida al discípulo, más aun la resistencia para ser un verdadero discípulo pueden ser muchas, sin embargo es posible hacer el milagro de hacer discípulos, ya que esta es la tarea de todo evangelizador y el gran reto de la misión urgida por el Señor : “Vayan y hagan discípulos”.
Ahora, aquel ciego ya mira, no está aislado sino próximo a Jesús, de la pasividad, estar sentado, pasa a la acción, al seguimiento de Jesús; de la marginación, muchos lo callaban, pasa a la liberación, recobra la vista.
Bartimeo con su oración, “creo”, que es una manifestación de fe en el poder de Jesús, es curado por haber creído, no cree por haber sido curado.
Bartimeo tenía grandes deseo de renacer, lo que marca la diferencia es que le cree a Jesús. Todos somos Bartimeo, mendigos de luz, sentados al borde del camino de la vida.
Una invitación: no dejemos a que Jesús pase de largo en nuestra vida; tengamos la valentía de gritarle: “¡Ten compasión de mí! Él se detendrá, nos sanará, nos invitará a seguirle, hará el milagro, como repuesta a nuestra oración, de transformarnos en discípulos misioneros suyos.
Porque el que es tocado por el Señor anuncia lo que ha realizado en él. ¡Somos Bartimeo! ¡Atrévete a llamar a Jesús!
Pero también atrévete a tocar a Jesús, en los amigos con capacidades diferente o amigos especiales de hoy; a través de una pastoral adecuada, donde la Catequesis Vicentina en nuestro país, y ahora en nuestra Diócesis de Querétaro realiza una tarea enorme al orientar y formar a catequistas con la responsabilidad de tocar a Jesús en los amigos con capacidades diferentes o amigos especiales en nuestras comunidades.
Todos podemos ayudar y necesitarla, porque ¡todos somos Bartimeo! En lo físico y en lo espiritual.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro