Pachy Reynoso / MDZ
Dos internos del penal Boulogne Sur Mer- Mendoza Argentina hicieron una reflexión sobre cómo serán estas fiestas para ellos, quienes saben que se equivocaron y ahora están purgando su error. Frente a tanta soledad y dolor, buscan esperanzas porque ellos también merecen otra oportunidad. Además, un sacerdote del barrio San Martín junto a ellos recuerda que «tanto en el asesino como el asesinado, Dios vuelve a nacer».
por MDZ
Mensaje de fin de año de un preso hacia la sociedad, escrito por dos internos del 14b Cuando era “libre” vivía en el olvido, era parte de un sector que históricamente ha sido menospreciado. No era más que un pequeño sin rumbo, era miembro de un club olvidado, era un niño marginado. A pesar de todo esto tuve una infancia feliz. Mis padres se esforzaron mucho para poder educarme. De hecho conocí otros mundos parecidos a esta utopía que muchos llaman libertad. Me alejé de mi familia, mis amigos y todo aquello que pudo servirme de contención para los males que me azotaban, Incluso anduve herido esperando mi final.
He sido un tipo sufrido, he dormido en las calles, el conocido el dolor. El presente, lo actual, lo inmediato es la cruda realidad, vivo entre cuatro paredes. Esperando la única verdad que conozco, la libertad. La vez que ingresé a este lugar pude entender mi destino, vi muchas caras tristes, conocí almas oscuras. Pero también seres extraordinarios, conocí seres de luz.
Sentí el rigor de la vida, conocí todas las clases, comprendí la sociedad. Pude entender que la vida son las pequeñas cosas, la armonía de los bellos momentos, lo sencillo, lo bello, lo natural.
Quizás no estén equivocados, quizás nuestra vida debe ser así. Sin embargo no bajo los brazos, no me resigno. Los invito por un segundo a cerrar los ojos.
Imaginémonos tomados de la mano, abrazados, mirándonos tiernamente. Olvidémonos de los agravios, tratemos de estar en paz. Devolvámonos la vida, lo maravilloso de ser amigos, la gracia de lo sencillo, lo sublime de lo natural.
Perdonémonos todos, aunque sea solo por un segundo, recobremos la alegría y tratemos de comprender. Resucitemos nuestra alma, démonos una segunda oportunidad…
Aprendamos a perdonar, solo así seremos felices. Volveremos a ser como niños, sonrientes desprevenidos, confiando solamente en el amor. Que los padres y madres no abandonen a sus hijos y al mundo. Aquellos que no son padres que se animen a buscar “hijos” en la calle. Hay muchos niños que necesitan un hogar. En este mundo hay lugar para todos y no sólo para algunos. Por lo tanto quédense bien tranquilos; que desde nuestro lugar también lo estamos intentando.
¡Feliz Navidad!