Mi nombre es Ana y Camboya ha sido para mí un lugar especial para aprender en positivo de la vida y vivirla en todas sus dimensiones.
He ido aprendiendo a valorar más las cosas con cada momento vivido, con cada persona que he conocido y con cada nueva experiencia.
Quiero compartir un ejemplo, para mí perfecto, que describe el trabajo que se hace aquí.
Thai es un niño que ha pasado la mayor parte de su vida solo. Su padre se volvió a casar y le dejó medio abandonado, o abandonado del todo, en la casita de la aldea donde nació. No tenía ningún tipo de higiene y sobrevivía gracias a los cuidados que los vecinos le proporcionaban y las pocas visitas de su padre. Así vio su vida pasar, tumbado en una hamaca y solo.
Desesperado, su padre le llevó al Hospital Provincial de Battambang y ahí le dejó. Por motivos distintos, Juan, un voluntario de la Prefectura, se encontraba en ese hospital. Una mujer a la que anteriormente habían ayudado le reconoció y le contó la historia de un niño que llevaba 3 días llorando y sin compañía. El estado en el que lo encontraron era muy delicado, desnutrido y sucio, Thai estaba asustado.
Fue entonces el equipo de “Outreach” quien se ocupó de limpiarle y alimentarle durante su estancia en el hospital y le trajo al centro Arrupe para discapacitados, donde le conocí. Era Agosto del año pasado y estaba recién llegada a Camboya. Ví a un niño de 13 años que estaba sin fuerzas. Thai es discapacitado de nacimiento ya que sufre una parálisis cerebral que le impide casi cualquier tipo de movimiento. No se podía ni mantener sentado y no podía sostener la cabeza por sí solo. Casi no hablaba, y en sus ojos se notaba una vida dura a pesar de su corta edad.
Thai con Phally y Kimly, trabajadoras del centro Arrupe
Estuve mucho tiempo hablando con él, mientras iba a la Cruz Roja para que intentaran adaptarle una silla de ruedas especial. Pregunté por su vida, y poco a poco me fui enterando de su historia, de su pasado.
Thai es un milagro. Su transformación ha sido espectacular y los tres meses que pasó en el centro Arrupe cambiaron su vida. La compañía, el cariño y los cuidados de todos los niños y del equipo del centro hicieron que Thai empezara a sonreír y a hablar. Todos aportamos nuestro granito de arena, unos paseándole, otros haciéndole compañía…
Thai y Channeng en Arrupe
Recuerdo el día que, tras muchas pruebas para que le adaptaran una silla de ruedas a sus necesidades, llegó al centro Arrupe sentado en ella, en su silla. Todos le aplaudieron. Thai estaba radiante. Por primera vez veía el mundo desde una perspectiva distinta. Thai tiene en su silla un respaldo para la cabeza. El cambio fue instantáneo. A los pocos días podía, por sí solo, sostener la cabeza. Su visión del mundo había cambiado. Sentado en su silla, con toda la dignidad de un ser humano, allí estaba relacionándose con todos con una gran sonrisa.
Al principio no podía estar sentado más de media hora seguida, pero tras mucha práctica y mucho esfuerzo, en la actualidad puede sentarse 3 horas por la mañana y otras 3 horas por la tarde.
El centro Arrupe aún no tiene capacidad para poder cuidar de niños que, como Thai, necesitan de ayuda constante (este es uno de los retos para el centro), así que se intentó contactar con su familia. Ellos no quisieron saber nada de él.
Thai en el centro Arrupe
Para dar estabilidad a su vida, el equipo de Outreach le buscó un hogar en donde pudiera tener todos esos cuidados. Se trataba por un lado de proporcionar a Thai una familia que se ocupase de él y le diera la oportunidad de estar cerca de sus nuevos amigos del centro Arrupe, y por otro lado también proporcionar un ingreso a una familia sencilla que lo necesitara. Así fue como se trasladó a vivir a Ta Hen, donde ya lleva 7 meses y ha descubierto su mayor placer, el estudio.
Thai con sus padres adoptivos en Tahen
El milagro aquí ha sido doble. Thai tiene por primera vez una familia que le apoya. Y por otro lado, la familia ha encontrado en Thai una persona que les une y motiva a todos en la casa.
Thai se incorporó a unas clases de inglés que impartimos en Ta Hen Phia, una voluntaria de la comunidad, y yo. Viendo su gran capacidad para el aprendizaje, se le han organizado unas clases extra por la mañanas, pensando en una posible futura incorporación a la escuela local. El profesor, otro joven de la comunidad, se encarga de dar clases de camboyano y también de inglés a Thai 5 días a la semana. Esto se suma a las clases que por la tarde recibe con los demás niños del pueblo.
Estar con gente, tener motivaciones y ganas de hacer cosas ha convertido a Thai en una persona positiva y activa dentro del pueblo. Es un charlatán que aprovecha cualquier momento para practicar su inglés, con esa sonrisa suya que llega al alma de cualquiera.
Thai y yo en Tahen
La vida de Thai es una de las historias que más me ha impactado y conmovido tras un año de trabajo en la Prefectura Apostólica de Battambang con Kike Figaredo. Es una historia de superación, de renacimiento, una historia que enseña el valor del esfuerzo y de cómo las relaciones bien enfocadas dan siempre vida. Todos tenemos un potencial por mostrar.
Es un ejemplo perfecto para describir el trabajo que se hace aquí. La dedicación e importancia que tienen todos y todo. Los pequeños detalles, la ayuda que se ofrece de forma constante y desinteresada, la colaboración de todo el mundo, el trabajo en equipo, la actitud y las ganas de ayudar, han cambiado la vida de muchas personas que como Thai, no lo han tenido nada fácil. También transforman la vida de muchos otros que, en su deseo de colaborar, encuentran que su vida da un vuelco, lanzándolos al encuentro con los demás. La existencia personal se redimensiona, adquiere nuevas perspectivas en las que los demás no solo se hacen más presentes sino que nos recuerdan que todos nos necesitamos.
Sólo puedo dar gracias por todo lo que he aprendido. Gracias por conocer a Thai y de alguna manera ser parte de su historia. Gracias por tener la oportunidad única de aprender de los sencillos y de los que supuestamente no se valen por si mismos, pero que nos enseñan a vivir. Y sobre todo, gracias por haberme permitido descubrir algo cada día en aquellos que, como Thai, dan un ejemplo de superación.
Thai, la profesora Phia, y el grupo de niños que acuden a clase
Battambang, 4 de junio de 2010
Ana
Fuente: http://blogs.elcomerciodigital.com/kikefigaredo/2010/6/4/thai-historia-superacion