De una vida desordenada a convertirse en Medjugorje y conocer allí al amor de su vida
Que Medjugorje es un lugar de gracia, está cada vez más relatado por las personas que de manera incrédula viajan allí sin expectativa que tomarse unos días de vacaciones, acceder a un plan diferente o por obligación familiar.
Uno de estos casos es el de Inma García, una joven madrileña que si hace unos años le hubieran dicho que viajaría a este santuario mariano y que además de eso se quedaría a vivir allí ni se lo hubiera imaginado.
Ella como joven de su edad, venía de una vida de salir y entrar pero de poca profundidad espiritual.
Su familia era una familia de la de toda la vida, católica y practicante y ya desde pequeña la habían enseñado todo lo que tenía que ver con la tradición cristiana, la lectura de la vida de los santos y por supuesto, pertenecía a grupos de apostolado.
Las inseguridades de Inma comenzaron en su etapa trabajando como empleada para una conocida marca de ropa.
Ahí por un comentario desafortunado de una de sus compañeras empezó a tener grandes inseguridades con respecto al peso.
«Por mi formación en nutrición y al haber hecho prácticas ya conocía algunos trucos y empecé a aplicármelos a mi con las purgas, con diuréticos, comiendo a determinadas horas del día que engordaba menos.
Iban modificando los horarios hasta que llegué incluso a provocarme los vómitos para adelgazar más rápido», explica.
Toda esta situación, unida a otras muchas más cosas sucedió que el año 2008 murió su tía abuela, murió estando peleada con Inma y eso la dejó una huella terrible.
Ésto unido a la exigencia de la tienda, a la carrera en logopedia que cada vez iba peor. «Cuando murió mi tía abuela sin poder despedirme de ella me enfadé mucho con Dios.
Me pareció un castigo cruel e innecesario porque el resto de mi vida iba a tener que arrastrar el remordimiento y cargo de conciencia de haberme portado mal en los últimos meses de su vida. De no haber aprovechado la oportunidad de quererla más y mejor», recuerda Inma.
Inma recuerda cómo sus padres que iban a misa entre semana antes de ir al trabajo. Un día cuando llegaba ella de fiesta por la mañana se encontró a su madre haciendo café les contestó diciendo que si se habían vuelto unos meapilas yendo a misa entre semana.
Y su madre dándose la vuelta le dijo: Es que alguien tiene que suplir las misas que tú te estás perdiendo. Ese comentario rompió a Inma que no fue consciente de ello hasta que uno año después llegó a Medjugorje donde su vida cambió.
Allí tuvo una fuerte conversión, conoció a su futuro marido y ahora vive al lado de La Madre, de la Virgen aquella que la ha vuelto a acercar al Señor después de tantos años alejada de él.