Testimonio de conversión 📌 De atea y protestante a defender la Iglesia Católica
Alejandra tiene un canal de evangelización llamado Apologéticos. Si tuviera que ponerme un nombre a su historia sería la historia de la misericordia de Dios con ella. Le da infinitas gracias porque Dios le sacó de los lugares previos en los que estuvo. Tiene 21 años y nació en Bogotá (Colombia). Cuando era pequeña sus padres se separaron. La mitad de su familia ha sido católica y la familia por parte de su padre era protestante, antes de que naciera su padre además se volvió ateo. Nunca le llegó a explicar bien el por qué de su ateísmo. “Desde pequeña mi padre le inculcó el gusto por la lectura, la música y el arte”. Esto se convirtió en un instrumento para conseguir amigos. Tenía ese deseo de poder agradar ya que pudo sufrir bullying.
Otro elemento a destacar es que cuando iba al colegio analizaba y criticaba a las personas que practicaban la fe. Veía esa incoherencia en las personas a su alrededor. Sin embargo, veía a su padre que era ateo y era una persona profunda y de alguna forma coherente. Se empezó a formar en su cabeza la idea de que las personas que creían en Dios no predican con el ejemplo. A esto se le suma otro elemento. A los 13 años escuchaba rock, ese rock se convirtió en la escucha de metal. “Esa rabia y ese odio se iba tornando en mí misma por esa incapacidad de tener amigos. Me hacía daño”. Decidió volverse protestante influenciada por la familia de su padre. Tampoco veía que había mucho cambio. Un día le pidió a Dios una respuesta. Como no fue en su auxilio, no la ayudó en ese momento, decidió que Dios ya no existía en su vida. Pero por dentro siempre queda ese sentimiento de por qué no la quiso ayudar.
Había una pelea interna dentro de ella y que persiste durante bastante años. Reconoce que no tuvo una formación de lo que era o no pecado. Cuando dijo que Dios no existía fue como si abriera una puerta para hacer lo que quisiera sin consecuencias. Empezó a leer temas sobre existencialismo. Como la vida no tenía sentido para ella, le podía dar el sentido que quisiera. “El sentido que le ponía a mi vida era tener experiencias fuertes. Tenía ese vacío y esa rabia. Al ser atea ese odio no se fue sino que fue creciendo cada vez más”. Esta etapa comenzó desde los 13 años. Además bajó de peso. Ahí fue cuando se dió cuenta que podía gustar a los chicos. Desde que era pequeña se normaizó en su vida que tener relaciones sexuales tempranas era bueno y normal. Esta forma de vida se extendía entre su círculo de amigas. Pensaba que el que no vivía de esa manera no era cool de alguna forma. “Hoy soy muy consciente que abría un vacío mucho más grande del que ya tenía”.