Nace en una familia desestructurada, en un ambiente existencialista. Se consideraba darwinista y evolucionista.
Estando ya un poco harto de todo y sin rumbo fijo, a los 24 años, parece que Dios quiere irrumpir en su vida. Desea hacer algo distinto y decide iniciar el Camino de Santiago. Cuando se dispone a hacerlo, el párroco le invita a un encuentro Neocatecumenal. Este sería su cambio de agujas.
Durante el encuentro, hay un Evangelio que le causa un fuerte impacto y la figura de Jesús, tan íntegra, con una capacidad de amar tan inmensa, le enamora totalmente.
En ese periodo hay mucho que cambiar. Pide perdón a su padre, encauza la relación con su novia…
A partir de ese momento, pone a Dios en el centro, para afrontar su matrimonio, su familia y toda su vida.
Han llorado mucho los hijos que no llegaron a nacer. Ahora tienen 7 hijos, pero han estado esperando 21 veces. Esto que parece tan duro, y lo es, ha tenido, sin embargo, mucho que ver con la conversión de su mujer.
En el año 2004 la iglesia pedía familias para la misión en los lugares más recónditos. Los signos apuntaban a que era el momento para ellos y se ofrecieron. Este era un deseo que ya tenía en su corazón.
Se fueron a Rusia con 5 hijos. Formaban parte de una comunidad compuesta por familias, sacerdotes y consagrados. Ellos, que eran 7, vivían en un piso de 40 metros cuadrados. Durante ese tiempo vieron claramente la asistencia de la providencia de Dios. No lo cambian por nada de su vida.
«Mirad cómo se aman», esto tiene una fuerza evangelizadora enorme.
A Álvaro le apasiona Jesucristo, porque reconoce que es Jesús quien se presenta al hombre para revelarle quién es el hombre.