En el llamado laboratorio del amor, de donde han salido las investigaciones que estudiamos de los cuatro errores graves en el matrimonio. Les piden a los cónyuges que conversen sobre algún tema en que estén en desacuerdo, como si estuvieran en casa, mientras permanecen conectados durante tres horas a la unidad de vigilancia intensiva de las emociones, donde se registran todos los cambios fisiológicos que se desarrollan en la discusión. Además hay cámaras, que graban el lenguaje no verbal, expresiones faciales, características de la voz y gestos.
De estos estudios y conclusiones realizadas durante más de 20 años reflexionamos sobre el llamado el tercer jinete del apocalipsis del matrimonio:
“Estar a la defensiva”
Es la actitud de defensa automática ante lo que es percibido como ataque, la postura defensiva en medio de un conflicto, pelea superficial o desacuerdo, es cuando se responde a una queja con indignación o como si se fuera una víctima inocente, eludiendo nuestra cuota de responsabilidad en la construcción del conflicto.
Y se focaliza en ver los errores de la pareja, escudriñando para encontrar lo que el otro está haciendo mal.
Miremos en la Sagrada Escritura una situación donde parece que salir a la defensiva es lo natural, lo humano, sin tomar conciencia de lo que realmente sucede.
Adán y Eva se habían quedado en el paraíso que Dios había creado para ellos, con el mandato de no comer del árbol del bien y del mal, pero…
«Al haber comido del fruto prohibido en el paraíso, Yahve Dios llego al jardín. Ellos se escondieron y Yahve pregunto, Donde estas? Y Adán contesto: te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí. El replico, acaso has comido del árbol que te prohibí comer. Dijo el hombre “ la mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí» Gn 3.9 12
Aunque este texto no habla de un conflicto directo entre la pareja, si deja ver claramente la posición que se toma ante lo que se siente un ataque personal. Adán rápidamente responde “Yo no fui” para defenderse, quiere dejar claro “el culpable es otro, yo no”.
Esa es la razón por la que siempre nos defendemos, no queremos tomar responsabilidad en lo que este sucediendo y por eso recurrimos a tácticas de negación, no admitimos estar equivocados, buscamos excusas, inventamos explicaciones, respondemos con otra queja y/o contraatacamos. Porque implícitamente culpamos en forma indirecta a otro, en el caso del matrimonio a nuestra pareja y creemos que invalidamos así la queja que se tiene de nosotros.
El mensaje que queremos emitir es: “El problema no soy yo”.
El responsable de lo que pasa eres tú.
Estar a la defensiva también puede indicar que existe una relación de competencia o un resentimiento soterrado. En el mundo de la pareja a menudo se producen juegos de este tipo, donde ambos luchan por controlar la situación o reivindicar su punto de vista. Es fácil entonces que crezca la incomprensión y la sensación de impotencia. No hace falta decir que mantener ese pulso constante en el que se pone continuamente a prueba quién gana, quien tiene la razón, enojándose por cualquier cosa, siendo susceptible y considerándose una víctima inocente que no tiene ninguna responsabilidad en el asunto, llevara al fracaso la relación conyugal.
En la relación matrimonial no debería haber competencias, ni luchas para probar quien es mejor, quien puede mas, quien es mas inteligente, la responsabilidad de solucionar conflictos, de buscar vivir en paz, en armonía, de atizar el fuego del amor es tarea de los dos. Bien dice la escritura ”Mas valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo” Ecle 4.9 Pues si uno solo se esfuerza, se cansa. Si uno solo lucha, tarde o temprano las fuerzas se agotan.
Jesús dijo “Como es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo” Mt 7.3
Tendríamos que reflexionar sobre nuestro comportamiento defensivo, sin justificarnos., ver de forma objetiva y realista, para descubrir qué origina nuestro deseo de ver en el otro sus errores, sus defectos, de defendernos y analizar si a través de este tipo de comportamiento, realmente podemos solucionar o aclarar el conflicto que enfrentamos, porque, quizás, pudiéramos agravarlo con nuestra reacción y actitud.Mientras tengamos una disculpa para actuar como lo hacemos, no cambiaremos nuestro comportamiento y lo más grave, no evitaremos que vuelva a repetirse.
Recuerden que no importa qué tan difíciles o inesperadas sean las situaciones que vivamos, siempre contaremos con la ayuda y la guía de Dios, si la pedimos, para afrontarlas y manejarlas.
Pero serás tú quien tenga que asumir el control y la responsabilidad de la situación, pues sólo a través de la voluntad, el valor, la determinación y la perseverancia podrás resolverlas y superarlas para experimentar la plenitud que da poner nuestros asuntos en orden y como Dios espera que lo hagamos.
» Todo lo puedo en Cristo que me fortalece » Fil 4.13