Debemos reconocer que somos débiles, que por nosotros mismos no seríamos capaces de hacer nada bueno. Por eso tenemos que ser humildes y, reconociendo nuestra incapacidad para todo bien, pedir ayuda al Poderoso, ya que Él espera eso de nosotros, que le pidamos Su ayuda.
Los mandamientos no se pueden cumplir sin la ayuda de Dios, porque con nuestra naturaleza caída por el pecado original y los pecados cometidos en nuestra vida, se nos hace imposible el cumplirlos. Entonces es el momento de pedir auxilio a Dios que nos dará la fuerza necesaria para cumplirlos y así vivir en gracia, en amistad con Él.
Tenemos que tratar de huir de las ocasiones próximas de pecado porque como somos muy débiles, podemos caer en cualquier momento. No hay que presumir de las fuerzas, porque como dice la Escritura: “El que ama el peligro, perecerá en él”. Así que mucha prudencia y mucha oración para mantenernos fieles a Dios y, si tenemos la desgracia de cometer un pecado mortal, ir a confesarnos cuanto antes y volver a empezar el camino a la santidad.