SIN DISCURSO SOBRE DIOS por Covadonga Orejas

SIN DISCURSO SOBRE DIOS por Covadonga Orejas

COVADONGA OREJAS, covaore@gmail.com
LIBREVILLE (GABÓN).

ECLESALIA, – En uno de esos encuentros únicos, de los que se saborean tomando un café humeante, mi hermana me lanzó la pregunta del millón: “¿Y qué me dices de Dios?”

Si se tratara de una película, en ese momento ella hubiera visto en mi interior, cómo la pregunta descendía por una catarata, hasta el fondo de mi ser, golpeando con la misma fuerza que lo hace el agua, cuando llega abajo, para entrar en las profundidades y volver a salir. Ahí es donde se encuentra lo de Dios. Más allá de la cabeza y hasta del corazón, aunque todo lo salpique.

Sentí que me quedaba sin palabras, no sin oxígeno, y que todo lo que pudiera decir, se quedaría reducido a unos breves trazos incapaces de dibujar la grandeza de lo que me preguntaba. Hablar de Dios, para mí, es tan osado, como querer atrapar la nieve en un dibujo, o contar la impresión de un largo descenso al esquiar. Algo imposible.

Será por eso que el sábado santo, el día del silencio, el tiempo en que nos limitamos a rumiar lo que pasó en la vida de Jesús y en su Pasión, yo me siento como pez en el agua: sin tener nada que decir, ni en la vida ni en la liturgia. Y sólo eso, el SILENCIO, me permite bucear y pescar algunas letras que juntas, puedan decir algo sobre Dios en mi vida. (¡Ay si Gabo me ayudara, las palabras sonarían como una melodía y sería más bonito!).

Con la oportunidad de volver atrás la cámara, puedo colarme por los rincones de aquellos días en Jerusalén, para descubrir a ese Dios que se esconde y se escapa a las definiciones de los dogmas y enseñanzas intelectuales, cuyo valor se oculta si no se recrea en el corazón.
Vaya enfado que tenía el taxista ayer porque el tumulto de gente que seguía el vía crucis, había bloqueado el tráfico de la ciudad: “¡Quién les habrá dicho que Dios ha pedido que se rece en las calles. Dónde está escrito!”

Bueno, “los de Dios” estamos tan acostumbrados a que el espacio público no sea nuestro, que hasta nos resulta difícil, sí, ocupar las calles y dar visibilidad a la “marca Dios” en detrimento de la marca futbol, o marca manifestación o la marca wasap…”

Por un instante, y no el más glorioso, ¿o quizá si?, el Jesús perdedor nos lleva a la calle, donde en realidad, se jugó él y nos jugamos todos, en el día a día, la muerte y la vida.

Por aquello de que “donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia”, a mí me han tocado kilos y kilos de Gracia. Y kilómetros y kilómetros de calle. Así que sólo puedo contar y cantar letanías profanas, porque no me sé las de las parroquias, que hablan de las grandezas del Señor…

No estaría mal, si por un día, conseguimos mirarle a él, aunque esté desfigurado como el siervo de Isaías, y pasamos un momento descubriendo el valor de una vida entregada por todos y para siempre. !Buena noticia, gratuita por cierto, que en tiempos de crisis no va nada mal!

Qué puedo decir de Dios, si no que Él, en ese día a día que se pasa en las calles, me aprieta la mano, me hace sentir feliz si puedo estar con los suyos, y me saca siempre de los senderos del adormecimiento de quien no piensa mas que en sí misma. Dios de la Vida, pegado a los doloridos por los accidentes, colaterales o no, del terreno que pisamos. Dios del Amor. Dios de todos y cada uno.

Reímos y lloramos juntos y brindamos la mano al enemigo, que nos quita la vida, con la esperanza de que nos deje ganar alguna vez, para regocijo de la mayoría, que todos sabemos quienes son, voten o no. Hoy toca esperar. Mañana, creamos ¡y resucitaremos!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

eclesalia.net