SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO

CAROLINA OVIEDO, carolinaoviedo2013@yahoo.com

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO.

ECLESALIA, 22/04/13.- Partiendo del texto de Juan, en que Tomas se «retrata» con sus afirmaciones y su actuación y leyendo la prensa, me pregunto dónde me encuentro yo en esta escena de la película, o de la vida. Jesús pasó por un juicio y fue condenado a muerte. Urdangarin anda en los prolegómenos de otro proceso y ya está buscando la salida que parece apuntar a Qatar. (Que menos!).

Muchos siglos separan ambos procesos pero ahí estamos nosotras, viviendo en una sociedad en la que podemos alejarnos o acercarnos a las heridas de un crucificado, sólo en la medida en que seamos capaces de nadar contracorriente. Ni todos somos Urdangarin ni todos somos Jesús, está claro. Sin embargo, aunque no nos hagan un proceso en un tribunal sí que está bien aprovechar la ocasión y reflexionar si preferimos jugar a “escapar” de la realidad crucificada (llámese desahucio por hipoteca no pagada, extranjero internado en un CIES, amigo de ayer personaje procesado hoy, incontables heridos de bala o de la violencia de la guerra en Siria o en el Congo) o si nos atrevemos a ir mas allá de leer las noticias y llevarnos las manos a la cabeza o al corazón.

Quién se atreve a meter el dedo en la llaga o el puño en el costado y tocar a los intocables, pobres, deprimidos, desahuciados, enfermos…

Hablamos de un mundo globalizado pero permitimos que la parte que no nos gusta siga perteneciendo al mundo virtual: al otro lado de la pantalla puede haber tiros, inundaciones, suicidios individuales o colectivos…En casa, nos parece bastante tirar pa’lante: con la marea de la crisis ya tenemos bastante si llegamos a fin de mes y salvamos aun algún viaje que nos haga olvidar: ya no disfrutamos de la abundancia como el año pasado y encima tenemos un año más.

Parece que la globalización simplemente se ha quedado en un concepto idealista o interesante para la mediatización o la caza de nuevos consumidores. En el sur, donde vivir en la pobreza es lo ordinario, también vemos pasar a los del “pelotazo petrolífero” en sus coches esplendorosos. Tampoco ellos bajan la ventanilla para no ver, ni oler, ni sentir el calor de este mundo real.

Eso si, como si el Resucitado hubiera querido regalarnos un souvenir, nos ha dejado a un nuevo Francisco, bien mediatizado, que ya va mostrando por dónde va el camino de Galilea a Jerusalén y por dónde no es posible conciliar comunión y cruz… Quien quiera atreverse a decir soy cristiano mejor sería que pueda presumir de alguna cruz y no tanto de smartphone, de casa, de viaje o de belleza…

Tocar como Tomás para convertirse, pasa por meter el dedo en la llaga donde hay dolor y pasión. Huir de esta realidad implica renunciar a mucho más que un paraíso. Es condenarse a creer que se puede vivir eternamente en la burbuja inmobiliaria y ver pasar el mal en la vida de los otros como si no nos pudiera afectar.

A tiempo estamos de invertir un poco de nuestra vida en esa aventura de mirar con los ojos de Dios este mundo y tomarnos en serio nuestra responsabilidad ciudadana y cristiana para no tener que ir a sentarnos a la Puerta del Sol a llamar la atención porque nadie se entera de nada… Cerrarán los cines pues la vida que nos hemos montado ya tiene mucho de ficción.

Todos quedamos invitados a salir al encuentro de la cruz para celebrar la VIDA que podemos dar y descubrir no solo en familia, sino con quienes nos esperan agarrados a la memoria de Jesús. Buena semana, buena Pascua (o paso del Señor en nuestras vidas). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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