SAN PEDRO Y SAN PABLO, ORIGEN Y META DE LA IGLESIA DE DIOS
Jesús propuso una encuesta a sus discípulos. Primero quiere saber lo que dice de él la gente y después, qué piensan ellos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? – Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
– Simón Pedro contestó: «Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Entonces Jesús le hizo una promesa formal: «Dichoso, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro» (Mateo 16,13)
–Pedro, Petros, Quefá, Piedra, Roca–. En ese momento, Pedro sintió la mirada fija del Señor, pues toda vocación implica una mirada especial del Esposo, que enamora a la esposa, de invitación, predilección, y de gracia. Pedro es el primero a quien Jesús ha llamado.
Nació en Betsaida, junto al lago de Tiberiades y se trasladó a Cafarnaún, donde junto los hijos del Zebedeo, con Juan y Santiago, había montado una sociedad familiar, una empresa pesquera.
Elegidos los tres por Jesús, se convirtieron en los discípulos más íntimos y fueron testigos de los mayores acontecimientos de su vida, como la Transfiguración en el Tabor, donde Pedro pretendía establecerse, la resurrección de la hija de Jairo, y la agonía de Getsemaní, donde le contemplaron chorreando sangre.
El temperamento de Pedro era rudo, impetuoso y espontáneo, lo que hoy consideraríamos primario, sanguíneo y colérico.
Lo podemos comprobar tanto cuando contempla exaltado la pesca milagrosa, cuando Jesús se dispone a lavarle los pies en la última Cena, o cuando defiende a Jesús en el huerto con la espada.
Y se manifiesta repentizador y creativo, cuando le propone a Jesús construir tres chozas en el monte de la Transfiguración, donde se encontraba feliz. A Pedro y a sus sucesores les concede Jesús una misión única en la Iglesia.
Como ésta es presentada bajo la imagen de un edificio o construcción, necesita cimiento, roca visible, aunque el fundamento invisible es Cristo resucitado, «porque nadie puede poner otro fundamento que el que está ya puesto, que es Jesucristo» (1 Cor 3,10).
Si el fundamento invisible es Cristo resucitado, el visible es la cátedra de Pedro. Estos cimientos son la garantía de la indefectibilidad de la Iglesia en el tiempo y en las tormentas que tiene que superar su barca, que es otra alegoría apropiada al pescador de Galilea, acostumbrado a capear y bracear en temporales y borrascas.
EL SUCESOR DE PEDRO
Hoy es el Papa, sucesor de Pedro, quien tiene la misión de guiar la Iglesia de Cristo, su rebaño. Es el sucesor de Pedro, quien lleva el palio, metáfora de Cristo cargado con las ovejas que redime.
Este episodio evangélico tiene que llevarnos a renovar nuestra fidelidad al Papa y a los obispos, y a pensar que a ejemplo de Pedro, el Señor nos pide saber amar. Sólo podremos ser apóstoles del Señor, si sabemos amar.
El amor y la humildad, son las dos virtudes que debemos aprender de Pedro y tratar de vivir. Sólo cuando vivimos éstas virtudes seremos capaces de cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado a cada uno.
EL PRIMADO DE PEDRO
Pedro es el único apóstol a quien Jesús le encarga pastorear a sus corderos y ovejas. «Sólo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. garantizar así la comunión con Cristo. Jesús le asigna un nuevo nombre, Cefas, que quiere decir Roca.
Siempre es recordado como el primero del grupo en los Evangelios. Custodio de la comunión con Cristo; tiene que guiar en la comunión con Cristo de modo que la red no se rompa, sino que sostenga la gran comunión universal».
«La Iglesia es siempre de Cristo y no de Pedro. La responsabilidad de Pedro consiste en ser Primado de jurisdicción, y esta posición preeminente que Jesús quiso entregar a Pedro «se constata también después de la resurrección», en el nacimiento de la primera comunidad cristiana.
«En el Concilio de Jerusalén, Pedro desempeña una función directiva, y precisamente por el hecho de ser el testigo de la fe auténtica, el mismo Pablo reconocerá en él un papel de «primero» .
«Además, el hecho de que varios de los textos claves referidos a Pedro puedan ser enmarcados en el contexto de la Última Cena, en la que Cristo confiere a Pedro el ministerio de confirmar a los hermanos, muestra cómo la Iglesia, que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía, tiene en el ministerio confiado a Pedro uno de sus elementos constitutivos».
Este contexto del Primado de Pedro en la Última Cena, explica la esencia del primado: Cristo en los Evangelios confío a Pedro un papel preeminente entre los apóstoles que consiste en garantizar la unidad en la Iglesia.
Recemos para que el primado de Pedro, confiado a pobres seres humanos, sea siempre ejercido en este sentido original deseado por el Señor y para que lo puedan reconocer cada vez más en su significado verdadero los hermanos que todavía no es tan en la Iglesia (7 junio 2006 Benedicto XVI)
El Papa es una persona «perfectamente capaz de afrontar los grandes retos de la actualidad».
Está muy preparado en varios frentes y afrontar la secularización, promover el ecumenismo e impulsar una decidida y sincera evangelización.
Jesús Martí Ballester
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