Salmo responsorial 87, 10b-15
R. ¡Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor!
Yo te invoco, Señor, todo el día,
con las manos tendidas hacia ti.
¿Acaso haces prodigios por los muertos,
o se alzan los difuntos para darte gracias? R.
¿Se proclama tu amor en el sepulcro,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se anuncian tus maravillas en las tinieblas,
o tu justicia en la tierra del olvido? R.
Yo invoco tu ayuda, Señor,
desde temprano te llega mi plegaria:
¿Por qué me rechazas, Señor?
¿Por qué me ocultas tu rostro? R.
Reflexión del Salmo 87
Dios jamás se olvida de nosotros. Él conoce nuestra fragilidad, y nuestros pecados no se ocultan en su presencia.
Sin embargo, a pesar de nuestras ofensas Él no sólo está dispuesto a perdonarnos, sino a unirnos a su propio Hijo, para que en Él lleguemos a ser en plenitud hijos de Dios.
Por esto cobremos confianza, y vayamos con un corazón humilde y sincero ante nuestro Dios para pedirle que nos levante de nuestras miserias, y que nos haga salir de la tumba, de las tinieblas de nuestros pecados, pues el Señor no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Que Dios tenga compasión de nosotros; y puesto que en Cristo nos ha salvado, que nos fortalezca, para que en adelante ya no vivamos para el pecado, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.