SALMO RESPONSORIAL 85, 3-6. 9-10
R. ¡Tú eres rico en misericordia, Señor!
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica! R.
Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque Tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas. R.
Reflexión del Salmo 85
Recuerda, Señor, el amor y la misericordia que manifestaste a nuestros antiguos padres, librándolos de sus enemigos y de sus males cuando invocaban tu Nombre.
Ahora, Señor, contémplanos a nosotros con misericordia, escucha nuestra oración y da respuesta pronta a nuestras súplicas.
Quienes creemos en Cristo; quienes hemos unido nuestra vida a Él, somos conscientes de que en su Nombre nos dirigimos al Padre Dios como hijos suyos.
Dios, sabiendo que nuestro corazón está inclinado al mal desde nuestra adolescencia, se manifiesta siempre como un Padre comprensivo para con todos.
Sin embargo no se hace cómplice de nuestras fallas; antes al contrario nos hace un fuerte llamado a dejar nuestros malos caminos y volver a Él, para caminar, ya no movidos por nuestras miserias, sino por su Espíritu que nos hace, no sólo llamar Padre a Dios, sino comportarnos realmente como hijos suyos.