EL SILENCIO DE LA ESPERA
ORACIÓN INICIAL
Este es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el leño, ni se descompuso en la tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro.
Extracto de homilía sobre la Pascua. Melitón de Sardes
CITA
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.
En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
Lucas 19, 40-42. 20,1
REFLEXIÓN
Tu crucifixión fue tan cruel que todavía las escenas se cruzaban por la mente de aquellos que te acompañaron hasta el final. ¿Era necesaria tanta violencia para acabar con aquel que vino a traer la paz?
Tu cuerpo fue colocado con cuidado y cariño en el sepulcro. Fue una preparación muy rápida, no había mucho tiempo para poder terminar antes del inicio de la Pascua a las seis de la tarde. A partir de aquella hora, no se podía hacer ningún trabajo, ni siquiera este acto de caridad con un muerto.
Tu madre, ¿dónde quedó? Sabemos que permaneció fiel hasta el final, junto a la cruz. Tú se la encomendaste a Juan y quizás se la llevó a su casa. Pero en el fondo, tu madre lo que quería es estar lo más cerca de tu cuerpo. Te habían arrancado de la tierra de modo brutal pero nunca te podrían arrancar del corazón de la madre.
En silencio esperaría, te esperaría. No sabemos cómo, ni cuándo, ni donde, pero lo que es cierto es que ella tuvo el premio de la fe: te abrazó en esta noche santa, muy de madrugada, ya resucitado.
Es el silencio de la espera, el de María que se llenó de recuerdos tuyos, de tantas cosas vividas y creídas. Era el silencio de quien espera contando los minutos para ese abrazo tan esperado, no sabía cómo, no sabía cuándo, ni donde, pero María lo sabía y eso era suficiente.
ORACIÓN
ESOS OJOS TUYOS
En una mañana radiante
En el silencio que despierta a la creación
En medio de la desesperación de tantos corazones
Estos ojos míos quieren verte
Mi memoria acaricia el recuerdo de tu llamado
De tus pies paseando por la playa dejando huellas profundas
De tu voz que me llegó profunda para invitarme a seguirte
De tu mirada que fue un reflejo de cielo
Esos ojos tuyos quiero yo ahora ver
¿Dónde estás, oh crucificado?
Me anunciaste tu Pasión y me sentí estremecer
Me hablabas de una muerte cruel y yo no te quise creer
Algo decías de resucitar, pero mi dolor no te quiso escuchar
Esos ojos tuyos ahora quiero recordar
Esos ojos tuyos, puertas de la eternidad
Esos ojos tuyos que decían gran verdad
Esos ojos tuyos, caminos de amistad
Esos ojos tuyos que destellan pura bondad
¡Esos ojos tuyos, hoy los vi resucitar!
Volverme a mirar
Volverme a amar
Volverme a guiar
Gracias Señor por esos ojos tuyos que son,
Memoria del cielo
Camino de vida eterna
Sello de fidelidad
Del libro Jesús a mi alma. P. Guillermo Serra, L.C.
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PROPÓSITO
Acompañar a María durante este sábado, desde el silencio y desde la espera. Rezar un rosario eligiendo los misterios que más te toquen el corazón y repasarlos con María desde el suyo.
Autor: Padre Guillermo Serra, L. C.