«Cuando tú le dices al Señor ‘te voy a seguir’, te da la paz, la conversión, el sentido de vivir…» explica la artista Rita Irasema Aragón para mostrar su total entrega vital a Dios y la felicidad que tiene desde que se convirtió. La entrevista Gonzalo Altozano en su programa dominical «No es bueno que Dios esté solo» de Intereconomía TV. Rita asegura que toda su vida esta impregnada de la presencia del Señor: «Ahora no dejo a Dios un instante. Dios nos ama tanto que quiere que estemos con Él».
Rita Irasema nació en una familia de artistas que la televisión acercó a millones de españoles. Los entrañables payasos de la tele -Gabi, Fofo y Miliki- hicieron reír a los niños de los sesenta y los setenta. Rita nació en 1954, en La Habana, Cuba, y es hija de Miliki y hermana de Emilio Aragón.
Después de ser una excelente artista tuvo un encuentro personal con el Señor, que siempre ha llamado a su corazón, y ha puesto toda su vida en manos de Dios y la de su familia, puesto que tiene tres hijos y dos nietos. Su marido también se convirtió. Hoy le da gracias por haberle ayudado a comprender el valor de la misa, del rosario, de la oración. Retirada hace años de la primera línea del espectáculo, hoy vive volcada con su escuela de música, que se llama Nuestra Señora de la Fuente del Fresno en honor a María, pues fue la Virgen quien la llevó hasta su Hijo: «Es la Virgen la que lleva la Escuela de Música. Si necesito algo se lo pido y ella me lo concede»
Cuando se vive entregando la propia vida a Dios, «el Señor te da felicidad, te quita obstáculos…Estoy contenta con lo que Dios me da cada día. Me levanto por la mañana y le doy gracias por la nueva creación, rezo el rosario y luego asisto a Misa y comulgo. Después voy a trabajar. Hay que pedir mucho. Lo principal es amar a Dios, amar los sacramentos, amar a la Iglesia, orar unos por otros, orar por los sacerdotes….La oración da mucha sabiduría. La relación que tengamos aquí con Jesús es la que tendremos en la vida eterna» asevera Rita Irasema.
Durante siete años vivió un desierto espiritual que le hizo sufrir mucho y del cual pudo salir: «Me di cuenta que no podía seguir a Jesús y empecé a no sentir amor, a no sentir a Dios. Un día entré en una iglesia y la Virgen me llevó a su Hijo. Comencé a rezar el Rosario, a ir a Misa cada día. Entraba y decía mirando al sagrario: «No sé nada, no entiendo nada; pero Señor estoy aquí»», detalla Rita Irasema.