Revolución ignorada – Quinto domingo de Cuaresma – Ciclo B
NO HAY VIDA FECUNDA SIN ALGUNOS SUFRIMIENTOS
“Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
La idea de Jesús es clara. Con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día su fruto. Si “no muere” se queda sólo encima del terreno. Por el contrario, si “muere” vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos granos y nueva vida….
No se puede engendrar vida sin dar la propia. No es posible ayudar y vivir si uno no está dispuesto a “desvivirse” por los demás. Nadie contribuye a un mundo más justo y humano viviendo apegado a su propio bienestar. Nadie trabaja seriamente por el reino de Dios y su justicia, si no está dispuesto a asumir los riesgos y rechazos, la conflictividad y persecución que sufrió Jesús.
Nos pasamos la vida tratando de evitar sufrimientos y problemas. La cultura del bienestar nos empuja a organizarnos de la manera más cómoda y placentera posible. Es el ideal supremo. Sin embargo, hay sufrimientos y renuncias que es necesario asumir si queremos que nuestra vida sea fecunda y creativa. El hedonismo no es una fuerza movilizadora; la obsesión por el propio bienestar empequeñece a las personas.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 31,31-34
Vienen días -dice el Señor- en que yo haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y los saqué del país de Egipto, alianza que ellos violaron, por lo cual los rechacé -dice el Señor-. Ésta es la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días -dice el Señor-: pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No tendrán ya que instruirse mutuamente, diciéndose unos a otros: «¡Conoced al Señor!», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -dice el Señor-, porque perdonaré su crimen y no me acordaré más de sus pecados. Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El pueblo de Dios ha quebrantado su alianza con el Señor y por eso sufre las consecuencias de su infidelidad. Por medio del profeta Dios llama de nuevo a su pueblo a la conversión y establece con la casa de Israel una «nueva alianza» escribiendo la ley en su corazón. Así llegarán al conocimiento de Dios.
SALMO 50
R: Oh, Dios, crea en mí un corazón puro
- Ten compasión de mí, oh Dios, por tu misericordia, por tu inmensa ternura borra mi iniquidad. Lávame más y más de mi delito y purifícame de mi pecado. R:
- Oh Dios, crea en mí un corazón puro, implanta en mis entrañas un espíritu nuevo; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu R:
- Dame la alegría de tu salvación y que el espíritu generoso me mantenga firme. Enseñaré tus caminos a los descarriados, los pecadores volverán a ti. R:
- Tú no quieres ofrendas ni holocaustos; si te los ofreciera, no los aceptarías. El sacrificio que Dios quiere es un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, tú, oh Dios, no lo desprecias. R:
2ª LECTURA
Carta a los Hebreos 5,7-9
Cristo, en los días de su vida mortal, presentó con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado en atención a su obediencia; aunque era hijo, en el sufrimiento aprendió a obedecer; así alcanzó la perfección y se convirtió para todos aquellos que le obedecen en principio de salvación eterna. Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
Cristo con su sufrimiento y muerte en la cruz nos trajo la salvación eterna y la posibilidad de que se nos perdonaran nuestros pecados. De su muerte brota abundantemente la vida de Dios.
EVANGELIO
Evangelio según San Juan 12, 20-33
Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre.
Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor.
A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces dijo una voz del cielo: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo». La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno.
Otros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí” Decía esto indicando de qué muerte iba a morir
Palabra de Dios
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO La glorificación de Cristo se realizará con su pasión, muerte y resurrección. La breve parábola del grano de trigo se centra en la fecundidad del mismo: «Si no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto». |
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
ATRAIDOS POR EL CRUCIFICADO
Jesús alzado en una cruz, crucificado en el Gólgota, nos está haciendo visible el amor insondable de Dios a todo ser humano. Únicamente mirando a Jesús sobre el madero podremos descubrir la manifestación suprema del Misterio de Dios. Hemos de centrar nuestra mirada interior en Jesús y dejarnos conmover, al descubrir en esa crucifixión el gesto final de una vida entregada día a día por un mundo más humano para todos, un mundo que encuentre su salvación en Dios.
A Jesús empezamos a conocerlo de verdad cuando somos capaces de escuchar, aunque sea débilmente su llamada: «El que quiera servirme que me siga”
Todo arranca de un deseo de «servir» a Jesús, de colaborar en su tarea, de vivir sólo para su proyecto, de seguir sus pasos para manifestar, de múltiples maneras y con gestos casi siempre pobres, cómo nos ama Dios a todos. Entonces empezamos a convertirnos en sus seguidores. Esto significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde estaba Jesús, ocuparnos de lo que se ocupaba Él, tener las metas que Él tenía.
La Iglesia de Jesús tiene que sentirse impulsada por un deseo de servicio a los demás y sobre todo a los más necesitados, una Iglesia ocupada en las cosas en que Jesús se ocupaba, una Iglesia capaz de llevarnos a Jesús.
Revolución ignorada – Quinto domingo de Cuaresma
NUESTRA ESPERANZA
En el relato de la resurrección de Lázaro se nos presenta a Jesús humano, frágil y entrañable en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos y al mismo tiempo como el Jesús con poder salvador.
Jesús, ante la muerte de su amigo también llora su pérdida. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte.
En el ser humano hay un deseo insaciable de vida. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos salva, la muerte. Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Lo que anhelamos es una vida diferente, una vida plenamente dichosa para todos.
Aunque vivimos en una sociedad llena de incertidumbres y con un futuro incierto y amenazador, sin embargo, los que creemos en Jesús tenemos la obligación de vivir en la esperanza, teniendo presentes siempre sus palabras que nos dicen: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá…” Sólo en Él buscamos la fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro del profeta Ezequiel 37,12-14
Esto dice el Señor:
– Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA Dios, por medio del profeta Ezequiel, promete a su pueblo escogido que los librará de todos los males, sacarlos de sus sepulcros, les infundirá su espíritu y los llevará a la tierra prometida, Israel, y de esta manera conocerán quién es el Señor, su Dios. |
Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8
R. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
- Desde lo hondo a ti grito, Señor: Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R: - Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. R: - Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R: - Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R:
2ª LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11
Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.
Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo les dice a los cristianos de Roma que no estén en pecado porque así no agradan a Dios, que tengan el Espíritu de Cristo y se dejen llevar por Él y así gozarán de la vida. Los bautizados en Cristo tienen en sí la vida de Dios, su espíritu hace brotar la vida de modo copioso.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 11,1-45
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
– Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
– Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Después añadió: – Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo:
– Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
– Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice:
– Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
– Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
– Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, muy conmovido preguntó:
– ¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
– Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar.
Los judíos comentaban
– ¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
– Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Dijo Jesús:
– Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
– Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
– ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
– Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
– Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
– Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor.
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
Jesús, al vencer a la muerte nos dirá que Él es la vida y que quien cree en Él tendrá vida eterna. Así nos ofrece la base y fundamento de nuestra gran esperanza: vivir para siempre. Pero para tener vida es preciso tener «fe en Jesucristo». Quien no le acepte como Salvador; quien no le acoja como Redentor, permanecerá muerto.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
El Evangelio de este domingo de Cuaresma es un canto a la vida. Es la proclamación de que el Dios en quien nosotros creemos es el Dios de la vida. Una vida que nos la da gratuitamente para que la cuidemos, la disfrutemos, la defendamos y la aprovechemos bien, encontrando en todo momento motivos para bendecirle y glorificarle. A pesar de ello, nosotros experimentamos de forma dolorosa el hecho de la muerte y muchos aspectos que la rodean, que nos hacen
sufrir y que muchas veces no entendemos. Como a Marta, Jesús nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida… Quien cree en mí no morirá jamás.
Esta es nuestra fe. Ésta es la fe que a lo largo de la Cuaresma nos ha empujado y animado a salir corriendo, como Marta, al encuentro del Señor. Y si hemos buscado ese encuentro con sinceridad y constancia, el Señor nos ha ido resucitando, nos ha ido renovando y llenando de su Vida, y se ha ido afianzando nuestra fe en la Resurrección. Sigamos haciendo cada día el esfuerzo de salir al encuentro del Señor, y con la misma fe y confianza que Marta digámosle: ¡Sí, Señor! ¡Yo creo! Y con humildad y confianza pidámosle que aumente nuestra fe.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Jer 31,31-34
Vienen días -dice el Señor- en que yo haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y los saqué del país de Egipto, alianza que ellos violaron, por lo cual los rechacé -dice el Señor-.
Ésta es la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días -dice el Señor-: pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
No tendrán ya que instruirse mutuamente, diciéndose unos a otros: «¡Conoced al Señor!», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -dice el Señor-, porque perdonaré su crimen y no me acordaré más de sus pecados.
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El pueblo de Dios ha quebrantado su alianza con el Señor y por eso sufre las consecuencias de su infidelidad. Por medio del profeta Dios llama de nuevo a su pueblo a la conversión y establece con la casa de Israel una «nueva alianza» escribiendo la ley en su corazón. Así llegarán al conocimiento de Dios.
SALMO
R: Oh, Dios, crea en mí un corazón puro
2ª LECTURA
Carta a los Hebreos 5,7-9
Cristo, en los días de su vida mortal, presentó con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado en atención a su obediencia; aunque era hijo, en el sufrimiento aprendió a obedecer; así alcanzó la perfección y se convirtió para todos aquellos que le obedecen en principio de salvación eterna.
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
Cristo con su sufrimiento y muerte en la cruz nos trajo la salvación eterna y la posibilidad de que se nos perdonaran nuestros pecados. De su muerte brota abundantemente la vida de Dios.
EVANGELIO
Evangelio según S. Juan (Jn 12,20-33)
Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto.
El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor.
A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora.
Padre, glorifica tu nombre». Entonces dijo una voz del cielo: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo». La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno.
Oros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera.
Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí” Decía esto indicando de qué muerte iba a morir
Palabra de Dios
COMENTARIO AL EVANGELIO En el Evangelio de Juan la glorificación de Cristo significa su pasión, muerte y resurrección. La breve parábola del grano de trigo se centra en la fecundidad del mismo: «Si no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto». |
Le presentan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio. Todos conocen su destino: será lapidada hasta la muerte según lo establecido por la ley. Nadie habla del adúltero. Como sucede siempre en una sociedad machista, se condena a la mujer y se disculpa al varón. El desafío a Jesús es frontal: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué dices?».
Jesús no soporta aquella hipocresía social alimentada por la prepotencia de los varones. Aquella sentencia a muerte no viene de Dios. Con sencillez y audacia admirables, introduce al mismo tiempo verdad, justicia y compasión en el juicio a la adúltera: «el que esté sin pecado, que arroje la primera piedra».
Los acusadores se retiran avergonzados. Ellos saben que son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Entonces Jesús se dirige a la mujer que acaba de escapar de la ejecución y, con ternura y respeto grande, le dice: «Tampoco yo te condeno». Luego, la anima a que su perdón se convierta en punto de partida de una vida nueva: «Anda, y en adelante no peques más».
Así es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Alguien libre y magnánimo que nunca odió ni condenó, nunca devolvió mal por mal. En su defensa y su perdón a esta adúltera hay más verdad y justicia que en nuestras reivindicaciones y condenas resentidas.
Los cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que encierra la actuación liberadora de Jesús frente a la opresión de la mujer. Desde una Iglesia dirigida e inspirada mayoritariamente por varones, no acertamos a tomar conciencia de todas las injusticias que sigue padeciendo la mujer en todos los ámbitos de la vida. Algún teólogo hablaba hace unos años de «la revolución ignorada» por el cristianismo.
Lo cierto es que, veinte siglos después, en los países de raíces supuestamente cristianas, seguimos viviendo en una sociedad donde con frecuencia la mujer no puede moverse libremente sin temer al varón. La violación, el maltrato y la humillación no son algo imaginario. Al contrario, constituyen una de las violencias más arraigadas y que más sufrimiento genera.
¿No ha de tener el sufrimiento de la mujer un eco más vivo y concreto en nuestras celebraciones, y un lugar más importante en nuestra labor de concienciación social? Pero, sobre todo, ¿no hemos de estar más cerca de toda mujer oprimida para denunciar abusos, proporcionar defensa inteligente y protección eficaz?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Defiende la dignidad de la mujer como Jesús. Pásalo.
5 de Cuaresma (C)
Juan 8, 1-11