Retiro para niños de un día «ENCUENTRO CON JESÚS EN LA EUCARISTÍA»
Retiro de un día en silencio y grupal, pensado en breves momentos motivación, oración personal y compartir grupal.
Son cuatro momentos de oración, inspirados en el texto de los Peregrinos de Emaús, para un número de participantes, dependiendo de quienes lo organizan.
Los momentos son los siguientes:
• Primer momento de oración:
“¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?”
• Segundo momento de oración:
“Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él”
• Tercer momento de oración:
“Jesús entró, para quedarse con ellos”
• Cuarto momento de oración:
“Sin esperar más, se pusieron en camino”
COSAS PRÁCTICAS
• El retiro está pensado para nueve horas y media, incluyendo acogida, almuerzo y eucaristía.
• Es un retiro en silencio, para ayudar en la oración se pide que familiares (matrimonios) no queden en el mismo grupo y que cada participante tenga su propia Biblia. Los momentos para compartir (conversar) son al interior de cada grupo
• Los grupos deben ser distribuidos anteriormente, privilegiando que tenga variedad de género (hombres y mujeres) y que se puedan agrupar por edades similares, para facilitar el compartir.
• El lugar del retiro debe ser un lugar espacioso y acogedor, ojala con jardines o lugares para la oración personal, con salas para grupos, salón plenario y sala para las cosas practicas.
• El café de la mañana puede ser libre o en el encuentro grupal.
• Equipo del Retiro:
– Es importante que el equipo se junte antes para preparar el retiro y ver detalles
– Que luego del compartir de grupo, cuando la gente ha comenzado la oración en silencio, puedan juntarse en una sala a recoger la participación de lo grupos y poder colaborar con los facilitadores (¿Cómo están los grupos? ¿Qué cosas han salido? ¿En que podemos ayudar?) y
– Es bueno que el equipo almuerce junto para compartir impresiones y poder mejorar algunos elemento en la tarde
MATERIALES:
• Número de grupo para cada participante.
• Pautas para cada participante.
• Que cada participante traiga su Biblia
• Hojas de canto
• Colaciones (prever por si faltan almuerzos a algunos participantes)
• Café, te, galletas.
• Salón grande con sistema de audio. (Ambientación apropiada)
• Lugares para compartir en grupo. (Sillas en circulo)
• Prever lugares para la colación-almuerzo
• Prever el lugar y los elementos necesarios para celebrar la Eucaristía
PERSONAS:
• Un coordinador/a general
– Es la persona que tiene que ver que todo este listo
– Es quien maneja los tiempos
– Encargada de los detalles y los cambios que surjan en el día.
• Uno o dos facilitadores del retiro para entregar las motivaciones.
– Personas que manejen el tema y tengan la experiencia de acompañar retiros.
– Que sea capaz de hacer síntesis. Que respeten los horarios
• Un acompañante por cada grupo.
– Personas que hayan tenido experiencia de retiro
– Que cumplan con el rol de facilitadores en el grupo pequeño, que den facilidades a todos para expresarse y no den recetas, ni consejos a los participantes
– Lo importante es que la persona comparta los frutos de la oración con libertad
• Una persona encargada de las cosas practicas.
– Está al servicio de los detalles y facilitar el desarrollo del retiro
• Una o dos persona que acompañen en con cantos o música.
– que no sean personas que estén viviendo la experiencia
SUGERENCIA DE HORARIO:
8:30 Acogida – Bienvenida
• Distribución de grupos
• Explicación de las cosas practicas
8:45 Oración de Inicio
• Contemplación, relajación e invocación al Espíritu Santo
9:15 Primer momento de oración: “¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?”
• Entregar el método y el contenido, indicando que el retiro es en silencio
• Motivación (30 min)
9:45
Primera Oración personal
• Seguir la pauta
10:25 Compartir grupal (35 min)
11:00 Segundo momento de oración: “Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él”
• Motivación (20 min)
11:20 Segunda Oración personal (35 min)
• Seguir la pauta
11:50 Compartir grupal (30 min)
12:20 Colación – Almuerzo
13:45 Tercer momento de oración: “Jesús entró, para quedarse con ellos”
• Motivación (15 min)
14:00 Tercera Oración personal (40 min)
• Seguir la pauta
14:40 Compartir grupal (30 min)
15:10 Cuarto momento de oración: “Sin esperar mas, se pusieron en camino”
– Motivación (15 min)
15:35 Cuarta Oración personal (40 min)
• Seguir la pauta
16:15 – 16:45 Compartir grupal (30 min)
17:00 Eucaristía
Retiro de un día: ENCUENTRO CON JESÚS EN LA EUCARISTÍA
Primera Meditación
“¿QUÉ ES LO QUE VIENEN CONVERSANDO
POR EL CAMINO?” (Lc 24, 16b)
Primer momento:
• Elijo un lugar y me dispongo para unos minutos de encuentro con el Señor. Relajo el cuerpo, respiro hondo.
• Hago la señal de la cruz.
• Pido esta oración:
Segundo momento:
• Leo el texto de Lucas 24, 13-19 Dejo que mi corazón vibre con estas palabras. Lo leo cuantas veces sea necesario.
• Complementación:
– En muchos aspectos nos parecemos a los caminantes de Emaús. ¿No estamos, en el fondo de nuestro corazón, también nosotros perdidos? En el fondo la mayoría de nuestros dolores se pueden resumir en pérdidas, muertes. Hemos perdido tanto. Parece que tanto sacrificio fuese inútil.
– De hecho las muertes se instalan en el corazón. Pérdida de seguridad por culpa de la violencia; pérdida de la inocencia por culpa del abuso; pérdida de la amistad por traición; pérdida de amor por abandono; pérdida de los hijos por mil razones; pérdida de todo por terremotos o incendios, etc.
– Pero la peor pérdida es la de la fe, que es la pérdida del convencimiento de que nuestra vida no tiene sentido, o que el caminar de nuestra fe es un sacrificio agotador e inservible. Pero también podemos descubrir que lo perdido lo sentimos como un camino de acercamiento a Dios.
– Soñamos algún día con ser personas apreciadas, afortunadas y muy queridas; queríamos ser generosos, serviciales y abnegados; nos propusimos ser compasivos, atentos y benévolos; conciliadores y pacificadores. Pero algo a pasado –y no sabemos bien cómo– pues hemos perdimos estos sueños: y resultamos ser personas preocupadas, angustiadas, aferradas a lo que tenemos e incapaces de hablar con los demás, preocupados del que dirán y de pequeñeces y pelambres.
– No todos vivimos todas las perdidas por igual, pero es fácil ver como están presentes en nuestra vida. La pregunta clave para nosotros es ¿Qué hacemos con nuestras perdidas? Muchas veces nos hacemos los lesos, las ocultamos, o tratamos de convencernos que no es nada o pero aún le echamos la culpa a otros. O nos lamentamos, sí, tenemos que lamentarlas, llorarlas, contarlas. El dolor que aflora nos ayuda a ver lo frágil que es nuestra vida. Lo imperfecto que somos. Todo cambia. Pero no sólo quedarse en el lamento, hay que dar una paso mas…
– La Eucaristía es el memorial de la muerte de Cristo, de su entrega. Pero este sacrificio-muerte es celebrada como origen de la vida, como alimento que se reparte. Porque el siervo se entregó a si mismo para el rescate de la humanidad y en su entrega hasta la sangre es capaz de dar vida. Celebrar la Eucaristía es dejar de quejarnos de lo malo que están estos tiempos, de lo mala que esta la humanidad. También nosotros celebramos la Eucaristía y ofrecemos nuestras vidas a favor del reino.
– Cada vez que llegamos a la Eucaristía llegamos con el corazón herido de perdidas. Como los discípulos de Emaús. “Nosotros esperábamos….” hemos perdido la esperanza y vino la muerte. Estamos abatidos.
– El problema de las perdidas es que nos pueden hacer resentidos. Por tantas perdidas algunos podrían decir “la vida me ha engañado”, “no tengo futuro” y “tengo que defender lo poco que tengo”. El resentimiento es de las fuerzas más destructivas, es ira solapada, escondida.
– Sin embargo la Eucaristía presenta otra alternativa. La posibilidad de optar por el agradecimiento. Las lágrimas por nuestros dolores pueden ablandar nuestros endurecidos corazones y abrirnos a dar gracias.
– Eucaristía significa “Acción de gracias”. Vivir la vida como una eucaristía es vivirla como un regalo que quiero agradecer. Pero el agradecimiento no es la respuesta más obvia ante las pérdidas. Pero la Eucaristía nos puede llevar de la pérdida a experimentar la vida como un don. La belleza y el valor de la vida podemos relacionarlos con su fragilidad: basta ver una flor o tomar una recién nacido.
– Así nos acercamos a la Eucaristía: mezclados entre desesperación y esperanza. Cuando estamos de veras en lo hondo de nuestro corazón, descubrimos por debajo de nuestra falta de fe y de nuestro cinismo, un ansia de amor, de unidad y de comunión.
• Me pregunto:
1. Al disponerme para celebrar la Eucaristía ¿Qué llevo para celebrar? ¿Qué le presento al Señor?
2. ¿Cuáles son mis mayores pérdidas (amigos, familiares, bienes, seres queridos etc.?
3. Frente a ellas: ¿me quejo amargamente o son fuentes de esperanza?
4. ¿De qué manera me ayuda la Eucaristía en los sufrimientos?. Recuerda uno en particular
• Después de todo lo orado en este momento ¿Qué le digo al Señor?. Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
• Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María.
Tercer Momento:
• Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.
– ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
– ¿Qué cosas me ayudaron y Qué cosas me dificultaron la oración?
– ¿Qué ha pasado en mi? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Retiro de un día: ENCUENTRO CON JESÚS EN LA EUCARISTÍA
Segunda Meditación
Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él (Lc 24, 17)
Primer momento:
• Busco nuevamente un lugar donde pueda estar tranquilo/a.
• Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
• Me acomodo y relajo el cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
• Pido esta oración:
Segundo momento:
• Sigo estos pasos:
1. Leo el texto de Lucas 24, 13-27. Con la imaginación me hago parte de la escena. Soy un(a) participante más.
2. Complementación:
Mientras los caminantes se lamentan de lo perdido, Jesús se les acerca pero no lo reconocen. Ya no son dos son tres. Les pregunta ¿Qué van conversando por el camino? Les parece sorprendente e irritante: ¡Eres el único que no sabe! Pero le cuentan su pérdida. Al menos hay alguien que le interesa su historia de desilusión, tristeza y desconcierto. Es mejor contárselo a un extraño.
Pero se provoca un cambio, el extraño comienza a habla: El los escuchó; ahora le toca a él. Les habló directamente y de cosas que ellos bien conocen.
El desconocido no los retó por estar tristes, sino que les hace ver que esto forma parte de una tristeza mayor, en la que se ocultaba la alegría. El desconocido no ha dicho que la muerte que ellos lamentaban no fuera real, sino que era una muerte que daba paso a una vida verdadera. No les niega nada sino que los hace actores principales de una historia aún más grande.
Sin embargo el desconocido no ofrece un consuelo fácil. Les invitó a meterse en sus corazones para ver en lo pequeño en que estaban encerrados y abrírselos a la historia y a la humanidad entera.¡Qué faltos de comprensión y torpes para creer!. Han estado lamentando perdidas sin darse cuenta que ella les traían la vida.
Las lecturas del A.T y N.T., de la misa y la homilía están destinadas a hacernos discernir su presencia en medio de nuestras tristezas. Cada día hay diferentes lecturas, cada día hay una palabra diferente para nuestras vidas. Sin la palabra de Dios no podríamos salir de nuestras tristezas y darnos cuenta que estamos vivos. Esta palabra busca hacernos presentes a Jesús. Sin la palabra no lo vamos a reconocer en la fracción del pan.
A los peregrinos su palabra y su presencia les hace cambiar su tristeza en alegría. Y eso sucede en cada Eucaristía. La palabra transforma nuestras mentes, nos hace salir de nosotros mismos, nos invita a cambiar de vida. El poder de la palabra de Dios está en su capacidad de transformación.
La palabra en la Eucaristía nos convierte en parte en la gran historia de nuestra salvación. Nuestra pequeña historia se hace parte de la gran historia. Nos hace ver que nuestra vida diaria es vida sagrada.
Necesitamos la palabra hablada y explicada. Esta presencia ablanda nuestro duro corazón y podemos invitar al calor de nuestro hogar a aquel que nos hizo arder el corazón.
3. Me pregunto:
• En la vida diaria ¿Cuáles son las personas con que ido conversando en el camino y he podido ir aclarando situaciones?
• ¿He experimentado la presencia de Jesús a través de su palabra? ¿Cuáles textos recuerdo que más me han impactado?
• ¿Cómo viene Dios a mí, mientras escucho la palabra?
• ¿Cómo puedo discernir que la mano sanadora de Dios llega a mí, a través de la palabra?
4. Después de todo lo orado en este momento, pregunto a mi corazón: ¿Qué le digo al Señor?. Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
• Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María
Tercer Momento:
• Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.
– ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
– En relación a la oración anterior ¿Qué cosas mejoraron y Qué cosas dificultaron la oración?
– ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Retiro de un día: ENCUENTRO CON JESÚS EN LA EUCARISTÍA
Tercera Meditación
“Jesús entró, para quedarse con ellos” (Lc 24, 29c)
Primer momento:
• Busco nuevamente un lugar tranquilo donde pueda estar unos minutos a solas.
• Me acomodo y relajo mi cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
• Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pido en esta oración:
Segundo momento:
• Sigo estos pasos para la oración:
1. Leo el texto de Lucas 24, 13-32 Nuevamente con la imaginación, me hago parte de la escena. Soy un(a) participante más.
2. Complementación:
Tal vez no estamos acostumbrados a pensar en la Eucaristía como una invitación a Jesús para que se quede con nosotros. Tendemos a pensarlo al revés. Pero Jesús quiere ser invitado De lo contrario seguirá su camino. Jesús no impone su presencia. Si no lo invitamos seguirá siendo un desconocido.
La Eucaristía requiere esta invitación. Una vez que hemos escuchado su Palabra durante las lecturas debemos decir algo más que: ¡qué lindo! ¡que interesante! Tenemos que buscar su amistad e intimidad. Tenemos que atrevernos a decir “Confío en Ti; me entrego a ti con todo mi ser, en cuerpo y alma. No quiero que sigas siendo un desconocido” Esa es la primera respuesta a la Palabra de Dios que se nos dirige en cada celebración.
Pero el Evangelio sigue mostrándonos algo más todavía. Cuando Jesús entra en casa de sus discípulos ésta se convierte en su casa. El invitado se convierte en anfitrión. El que ha sido invitado ahora es el que invita. Los dos discípulos que confiaron en el extraño hasta dejarle entrar a lo más íntimo, son conducidos a la intimidad de su anfitrión. “Y mientras estaba con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”.
La Eucaristía es el gesto más humano y más divino que podamos imaginar. Ésta es la verdad de Jesús; tan humano y, sin embargo, tan divino. Tan cercano y; sin embargo, tan inalcanzable. Es la historia de Dios que nos deja verlo y tocarlo.
Jesús no se guarda nada, se da todo: “Coman y Beban”; éste soy Yo que me entrego a ustedes”. De alguna manera cuando invitamos a alguien, con sinceridad y cariño, a cenar a nuestro hogar nos damos el todo por el todo para que el otro disfrute. Que mi amigo o amiga sienta que lo quiero.
En la Eucaristía es lo mismo, Jesús lo da todo. El pan y el vino se transforman en su cuerpo y sangre a través de su entrega. Así como Dios se nos hace presente en Jesús, así también Jesús se nos hace presente en el pan y el vino.
La autodonación de Dios es “Comunión”. Dios quiere hacerse uno con nosotros. Este deseo de comunión, de unidad que tiene Dios es el centro de la Eucaristía. La Eucaristía es reconocer y dar gracias porque Dios se nos da para que vivamos en comunión con él.
Los discípulos de Emaús cuando comen el pan que él les ofrece, sus vidas se transforman en la vida de él. Ya no son ellos que viven, es Cristo que vive en ellos.
La comunión con Jesús significa hacernos igual a Él, correr su misma suerte. La comunión crea comunidad. Ellos quedan solos pero a los dos les ardía el corazón en una misma comunión. La comunión crea comunidad porque Dios nos hace reconocerlo a Él en nuestros semejantes. Aparece así un nuevo cuerpo espiritual que nos hace ver al otro como otros Cristos y eso nos invita al amor, a la justicia, al perdón y a la solidaridad.
3. Me pregunto:
• ¿Cómo fue mi Primera Comunión? ¿Qué recuerdo de ella?
• ¿Creo en que el pan y el vino pasan a ser Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Por qué?
• ¿Qué experiencias interiores he tenido al comulgar?.
• ¿Cómo puedo yo ser hostia viva para los demás?.
• ¿Cómo vivo yo la comunión en la diversidad de mi comunidad?
4. Después de todo lo orado en este momento, pegunto a mi corazón: ¿Qué le digo al Señor?. Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
• Concluyo esta oración agradeciendo el amor de Jesús por mí y ofreciéndole un compromiso personal de mayor entrega de mi vida, ojala algo concreto, rezando un Padre Nuestro y un Ave María…
Tercer Momento:
• Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.
– ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
– Luego de una mañana de oración ¿Qué cosas continúan ayudando y Qué cosas me dificultaron la oración?
– ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Retiro de un día: ENCUENTRO CON JESÚS EN LA EUCARISTÍA
Cuarta Meditación
“Sin esperar más, se pusieron en camino” (Lc 24, 33a)
Primer momento:
• Busco nuevamente un lugar tranquilo donde pueda estar unos minutos a solas.
• Me acomodo y relajo mi cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
• Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pido en esta oración:
Segundo momento:
• Para mi oración:
1. Leo el texto de Lucas 24, 13-35 completo.
2. Para la meditación:
– Todo ha cambiado. Las perdidas ya no son experimentadas como algo que debilite; la casa ya no es un lugar vacío. Los abatidos se miran con ojos iluminados. El extraño, que acabó convirtiéndose en amigo, les ha entregado su espíritu. Espíritu de alegría, paz y valor. No hay duda: Él esta vivo. Incluso entre ellos ha nacido una nueva amistad. Ya no se acompañan en la estéril amargura, ahora tienen una nueva misión y tienen algo que decir en común. Algo urgente y que no se puede callar.
– Los demás también necesitan saber qué les ha ocurrido. Necesitan saber que no ha terminado todo. Necesitan saber que Él está vivo y que lo reconocieron al partir el pan; no hay tiempo, “apresuremos”, se dicen el uno al otro. “Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén”.
– Qué diferencia a cuando volvían a casa abatidos, arrastrando los pies y ¡ahora a toda velocidad!. Es la diferencia entre la duda y la fe, entre la desesperación y la esperanza; entre el miedo y el amor. Volver a la ciudad no deja de ser peligroso. Los discípulos estaban paralizados por el miedo, pero cuando lo reconocen, el miedo desaparece y se sienten libres para dar testimonio de la resurrección sin calcular los riesgos.
– La Eucaristía concluye con la misión de ir a contarlo a todo el mundo. Lo hemos reconocido y gustado, pero no para gozarlo solos, ni mantenerlo en secreto. Lo que hemos visto y oído, gustado y saboreado es para compartirlo. Es una misión que parte hacia nuestra propia gente, hacia aquellos que conociendo a Jesús se han desanimado; como los apóstoles.
– La Eucaristía tiene que transformar nuestra vida en una vida eucarística. Cada momento del día junto al dolor de nuestras pérdidas reconocidas, tenemos la posibilidad de la palabra que nos abre a la esperanza. Cada día tenemos la posibilidad de invitar al desconocido (Jesús) a nuestra casa y permitirle partir el pan con nosotros. Y se nos invita a anunciar ésta, a nuestros más cercanos.
– En la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que vayamos con nuestros amigos a descubrir juntos que Jesús esta realmente vivo y nos llama a formar un nuevo pueblo: el pueblo de la resurrección.
– Entonces la Eucaristía va de la comunión a la comunidad y de ésta a la misión. Pero una gran tentación para nosotros es saltarnos la comunidad por el individualismo y exitismo imperante. El Señor no quiere que vayamos solos. Nos envía en comunidad.
– Vivir eucarísticamente, es vivir en misión en medio de un mundo desgarrado, lleno de pérdidas: por guerras, muerte, violencia, hambre, temor, etc. Tenemos que caminar junto a los abatidos y desesperanzados. A este mundo estamos invitados a ir.
– Pero no es sólo hablar, es también escuchar: nuestra misión. Así como el Señor oye nuestros lamentos también nos toca a nosotros. La verdadera misión no es sólo dar, también es recibir. Nos toca preguntarnos ¿De qué van conversando por el camino? Escuchar y aportar cuando sea el momento.
– No todos nos escucharán y unos pocos nos invitarán a entrar en sus vidas y a sentarnos a sus mesas. Pero tenemos que desafiar a nuestros compañeros de ruta a elegir el agradecimiento en lugar del resentimiento, y la esperanza a la desesperación. Esa es vida Eucarística.
3. Pregúntate:
– ¿En cuántas personas y en quiénes he influido positivamente?
– ¿Cuántas personas y a quiénes, he ayudado a conocer y amar a Jesucristo?
– ¿Cuánta alegría he repartido? ¿Soy misionero(a) de la alegría?
– Al término de la eucaristía ¿Qué significa para mí ser enviado?
4. Después de todo lo orado en este momento, pregunta a tu corazón: ¿Qué le digo al Señor?. Escribe una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
• Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María
Tercer Momento:
• Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.
– ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
– ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
– ¿Qué llevo de este día de retiro? ¿Cuál es fruto más importante?