Hermanos, hermanas, en esta solemnidad de María Madre de Dios y a la vez flamante comienzo de un Nuevo Año en medio de nuestros transcurrientes tiempos, auguro, deseo, felicidad y paz para todos ustedes, sus queridas familias, las parroquias y comunidades todas. Nos dé Dios un Año Nuevo signado por el Amor de Cristo, por la esperanza que no defrauda, y por la fe. Ese Amor lo auguro también y sinceramente para quienes no comparten nuestra fe, no nos conocen, o tal vez no nos quieren tanto.
Los cristianos, renovémonos en la Gracia. Acojamos cada día de nuevo el don de la regocijante fe, como la de María Santísima, que fue proclamada bienaventurada por su prima Isabel, “por haber creído en el cumplimiento de lo que el Señor le ha dicho” (Lc 1,45). Y que a nosotros, creyentes, se aplique la bienaventuranza proferida por Jesús, siendo bienaventurados, por creer “aún sin haber visto” (Cf Jn 20,19), incluso en medio de pruebas y dificultades, que no nos van a faltar, pero que no nos vencerán, con la ayuda divina.
Que nuestra comunidad diocesana, se convierta cada vez más en semejante imagen de la primera comunidad de los creyentes, la cual, unida a María la Madre de Dios, no tuvo necesidad de ver “físicamente” para creer en el Poder del Resucitado (Cf Jn 4,48), porque ese Poder obraba en ellos.
Crezca en nuestro interior la visión espiritual del moviente y confortante signo, que lo es a la vez de María y de la Iglesia: “Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12,1). Es el “Signum Magnum” que proseguirá a reflorecer, incluso sin verse ostensible, en nuestro mundo de hoy, aunque quizá no sin algo de dolor; sólo Dios sabe cómo, nosotros vivamos en el realismo de la esperanza.
Y que dicho signo, profundamente enraizado en nuestro espíritu, lejos de quedar fijado en una intimista impresión, nos mueva a trabajar por la Paz de Dios, y la solidaridad realizada y transformadora de nuestros ambientes de vida, en esta Jornada Mundial de la Paz a que nos invita el Papa Benedicto XVI.
En nuestra diócesis iniciamos el año con las celebraciones y con las “Misiones juveniles”, que se sucederán durante todo el verano. Los jóvenes creyentes nos ayudan a rejuvenecer. Quiera Dios hacernos rejuvenecer día a día en el Espíritu, y también, cada día, “nacer de nuevo”. Les pido también recordemos en la oración el día 1ro. de enero a nuestro primer Obispo, Mons. Alfredo Esposito Castro, quien hace exactamente dos años partió a la Casa del Padre.
¡Feliz y sereno 2012!. Con un corazón que los abrazo a todos y todas, en el Señor de todos, implorando protección de la Virgen Madre.
+Oscar Sarlinga