Viernes Santo reflexiones para la Semana Santa
Aparecerá el signo de la cruz
“¡Realmente, tú eres un Dios que se oculta!” (Is 45,15). ¿Por qué se oculta? Porque no le queda ni resplandor, ni belleza, y sin embargo el poder está en sus manos. Es ahí que se oculta su fuerza. ¿No estaba escondido cuando entregaba sus manos a las bestias y sus palmas a los clavos?
El agujero de los clavos estallaba en sus manos y su flanco inocente se ofrecía a ser herido. Sometieron sus pies a las trabas, el hierro atravesó la planta de sus pies, sus pies fueron fijados al leño. Tales son las heridas que Dios ha sufrido por nosotros, en su propia casa y de mano de los suyos.
¡Qué nobles son esas heridas que han curado las heridas del mundo! ¡Qué victoriosas son esas heridas con las que mató a la muerte y fue devorado el infierno! (…) ¡Oh Iglesia, oh paloma!, tienes las cavidades de la roca y las aberturas de la muralla para reposarte. (…) ¿Qué harás (…) cuando vendrá sobre las nubes con gran poder y majestad?
Descenderá en las llamas del cielo y la tierra y los elementos se disolverán ante el terror de su llegada. Cuando haya venido, el signo de la cruz aparecerá en el cielo. El Bien-Amado mostrará las cicatrices de las heridas y el sitio de los clavos, con los que lo has clavado en su propia casa.