Reflexión para el Domingo de Pentecostés | Ciclo A
Secuencia de Pentecostés
¡Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo!
Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndidos.
Fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma al Espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
AMÉN
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-8
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno.
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos, preguntaban:
– ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA Los discípulos del Señor estaban reunidos, pero con las puertas cerradas por miedo a los judíos. El Espíritu Santo se hace presente en forma de lenguas de fuego porque es luz que ilumina la inteligencia, calor que favorece la acogida al Evangelio, fuego que contagia a todos y se extiende por todo el mundo. La presencia del Espíritu Santo hace de aquellos hombres, llenos de dudas y de miedos, unos entusiastas apóstoles del Señor; de aquellas gentes divididas y extrañas unas de otras, un pueblo unido, viviendo el mismo Evangelio y la misma fe y esperanza. |
Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
- ¡Dios mío, ¡qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. R: - y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R: - goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. R:
2ª LECTURA
Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Principio del formulario
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
La venida del Espíritu Santo realizó transformaciones en los seguidores de Jesús: por encima de la diversidad de lenguas, se produjo una comprensión y unidad de fe, por encima de la diversidad de pensamientos, ideologías y razas se produjo la unidad en el sentir y la unidad en el actuar.
Con la venida del Espíritu Santo formamos un solo pueblo, hemos sido bautizados con un mismo bautismo, y hemos recibido un mismo Espíritu.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
– Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Palabra de Dios
COMENTARIO AL EVANGELIO
Jesús, el Señor, nos ofrece, una vez más, su PAZ, una paz que tiene el poder de transformar el miedo en entusiasmo, la duda en fortaleza, la decepción en esperanza, nos da su Espíritu que lleva consigo el don de la fortaleza para mantener la paz y vivir el perdón.
Nuestra apertura a la acción del Espíritu Santo hará de nosotros verdaderos testigos del Evangelio.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
ALIENTO DE VIDA
El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.
El momento culminante de Jesús resucitado es el nacimiento de la Iglesia. Al enviar a sus discípulos con el mandato: Id por todo el mundo…, Jesús “sopla su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”. Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo.
Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar el aliento de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús?
Sin el Espíritu creador de Jesús podemos terminar viviendo en una Iglesia que se cierra a toda renovación, una Iglesia a la que no le está permitido soñar en grandes novedades; una Iglesia estática y controlada, que cambie lo menos posible, una Iglesia que celebra su fe de forma vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos.
Ante esta situación, ¿cómo no gritar con fuerza?: “¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»