Radicalidad evangélica | REFLEXIONES CRISTIANAS

RADICALIDAD EVANGÉLICA

      Jesús presentó su mensaje con toda radicalidad, sin regateo alguno y sin buscar prosélitos sólo por el número. Habló con claridad. Todos entendieron lo que quiso decir, hicieron sus preguntas y sacaron sus conclusiones.

Aun temiendo el abandono masivo, Jesús mantiene su fidelidad al Padre y no mutila absolutamente nada de su mensaje. ¿Qué pasaría si Jesús predicara de nuevo, de viva voz, su evangelio sin las interpretaciones que le hemos ido haciendo?

      Hoy creer en Dios es difícil y no porque Dios sea difícil, sino porque nosotros lo hacemos difícil. Por decirlo de otra manera: Cuando nuestros abuelos eran niños, les resultaba mucho más fácil creer. Y todavía más fácil era en la Edad Media, en la que flotaba en el ambiente creer en Dios como algo natural y evidente.

¡Ya era hora!, dirá alguien con malicia. La gente en aquel entonces no tenía cultura, era ignorante, pero hoy los adelantos y conocimientos han llegado a un alto grado de desarrollo. Esto sería cierto si no sucediesen dos cosas. Por una parte, hay científicos y personas de mucha cultura que, con los mismos presupuestos intelectuales que algunos de sus colegas no creyentes, creen firme y ardientemente en Dios.

Por otra parte, en cierta medida, los creyentes en Dios han disminuido, ciertamente; sin embargo, está aumentando el número de personas que creen en las ciencias ocultas, los horóscopos, los adivinos y echadores de cartas, las sectas y las diversas formas de magia.

Con todo hay que reconocer que tener fe hoy y, sobre todo, confesarla públicamente es toda una hazaña que no entra dentro de los presupuestos básicos del mundo contemporáneo, todo lo contrario de lo que sucedía en otros tiempos.

Es más, declararse ateo o, al menos, agnóstico, puede ser una forma de presunción, un tributo a la moda. Jesús, que tiene palabras de vida eterna, emplaza a sus seguidores a dar un sí o un no definitivo.