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La gota de pus
Unos días antes se había cortado en la palma al extraer a mano el mineral en bruto. Simon apenas tenía nueve años, pero ya acumulaba varios de experiencia en la mina de coltán, ese mineral gris que tan importante parecía y del que decían que era la causa de tantas desgracias en la región de Ituri. En las condiciones en las que trabajaba junto con otra docena de niños como él, era impensable pensar en una cura, de modo que Simon no dijo nada y la herida se le infectó. Esa mañana, una gota de pus se mezcló con el precioso mineral.
Más tarde el coltán se enriqueció con gotas del sudor de Gilbert, Odong, Raymond y otros compañeros adolescentes, mientras acarreaban las canastas de hasta setenta kilos. Para cuando llegaron al camión, varias gotas de sangre se habían añadido a la masa de tierra, coltán, pus y sudor. Sangre de los compañeros muertos y de los familiares brutalmente asesinados sin saber muy bien por quién y por qué.
Unos kilómetros más hacia levante, el camión cambió de manos, a la vez que también lo hacían unos pocos billetes verdes que nunca vería Simon. Con los nuevos propietarios, sobre la carga, viajaba Alice, que padecía desde el año anterior una fístula vaginal, resultado de una violación múltiple por parte de los contrabandistas. Desde entonces, no podía contener la orina y unas gotas se le escurrieron, mezcladas con rabia e impotencia.
Al otro de lado de la frontera con Uganda –tras un nuevo intercambio solapado de billetes–, la mercancía completó un cargamento que viajaría en avión hasta Malasia, donde refinarían el coltán, limpiándolo de impurezas, sudor, sangre y orina. Pero por algún motivo la gota de pus siguió aferrada al mineral, de modo que cuando lo utilizaron para fabricar el teléfono móvil impregnó toda la circuitería.
Unas semanas después, a muchos kilómetros de distancia una niña inocente abría con ilusión el regalo que tanto esperaba. Pero al encenderlo torció el gesto: “Papá, a este móvil le pasa algo raro; en vez de pedirme el código PIN me pide el código PUS.”
José Eizaguirre
El origen del coltán
El coltán es un mineral muy valioso en la fabricación de aparatos electrónicos, como ordenadores portátiles y teléfonos móviles. Se estima que el 80 % de las reservas mundiales de esta materia prima se encuentran en el este de la República Democrática del Congo.
La sangre de los niños y adultos que se han dejado la vida en las minas de coltán es, comparativamente, una cantidad simbólica ante la de los más de cinco millones de muertos de forma violenta desde que empezó este conflicto olvidado.
La violencia ha sido agravada por la explotación ilegal de los recursos minerales, una débil autoridad estatal y unas fronteras defectuosas que permitieron el comercio de armas.
Uno de cada tres niños del país no puede asistir al colegio, y la mayoría de las personas no llegan a cumplir los 50 años. A pesar de las riquezas del país (o precisamente por ello), la R. D. Congo figura en el último puesto en la lista del Índice de Desarrollo Humano del Informe del PNUD de 2011.
¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?
Seguir informándonos, preguntar…
• No cambiar de móvil, ordenador, ni aparato electrónico mientras el anterior siga funcionando. Si lo necesitamos, comprarlo de segunda mano.
• Expresar nuestro desacuerdo ante la profusión de nuevos aparatos.
• Apoyar a organizaciones que trabajan a favor de los derechos humanos en la R. D. Congo y paliando las consecuencias de la injusticia…
Y todo esto con actitud positiva, siendo conscientes de que, a la larga, una forma así de comportarse contribuye a cambiar el mundo.
Que nadie os engañe con vanas razones. Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas. (Ef 5, 10-11)
Señor, ayúdanos a saber sin engaños lo que te agrada y a rechazar y denunciar las obras de las tinieblas.
Para profundizar:
Conflicto en la R.D. del Congo. Artículo de Intermón Oxfam.
Vídeos sobre el conflicto de la R. D. Congo y el coltán:
– La guerra del coltán (3 min)
– Coltán y oro: los minerales de la guerra (37 min)
– Congo: Minerales de guerra (44 min).
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