¿Por qué tanto miedo? – Reflexión XII Domingo del Tiempo Ordinario

¿Por qué tanto miedo? – Reflexión XII Domingo del Tiempo Ordinario

¿POR QUÉ TANTO MIEDO?

El relato del Evangelio de este domingo no es una historia tranquilizante para consolarnos a los cristianos de hoy con la promesa de una protección divina que permita a la Iglesia pasear tranquila a través de la historia.

Es la llamada decisiva de Jesús para hacer con él la travesía en tiempos difíciles: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

      Jesús en este episodio es quien toma la iniciativa para hacer aquella extraña travesía: «Vamos a la otra orilla». La expresión no es nada inocente. Les invita a pasar juntos, en la misma barca, hacia un territorio desconocido para sus discípulos, a una región habitada por paganos.

De pronto se levanta un fuerte huracán y las olas rompen contra la frágil embarcación inundándola de agua.

En esta situación Jesús duerme tranquilamente. Aterrorizados, los discípulos despiertan a Jesús. No captan la confianza de Jesús en el Padre. Lo único que ven en él es una increíble falta de interés por ellos. Se les ve llenos de miedo y nerviosismo: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?«.

Jesús se pone de pie y pronuncia una especie de exorcismo: el viento cesa de rugir y se hace una gran calma. Jesús aprovecha esa paz y silencio para hacerles dos preguntas que hoy llegan hasta nosotros: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

         ¿Qué nos está sucediendo a los cristianos en este tiempo que vivimos?

Son muchos nuestros miedos para afrontar estos tiempos cruciales, y muy poca nuestra confianza en Jesús. Es posible que estemos buscando seguridades que nos impiden hacer una lectura lúcida, responsable y confiada de estos tiempos.

Es posible que nos estemos resistiendo a ver que Dios está conduciendo a la Iglesia hacia un futuro más fiel a Jesús y su Evangelio.

Es posible que estemos buscando seguridad en lo conocido y establecido en el pasado, y no escuchemos la llamada de Jesús a «pasar a la otra orilla» para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo indiferente a Dios, pero tan necesitado de esperanza.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA

Lectura del libro de Job 38, 1. 8-11

EL Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas»?».

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

        Ante los reclamos de Job, Dios no se justifica: simplemente lo invita a contemplar – en medio de la tormenta – toda su sabiduría y omnipotencia.

SALMO 

R: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano. R:

Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo, se sentían sin fuerzas en el peligro. R:

Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar R:

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. R:

2ª LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 14-17

Hermanos:
Nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne, si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

Cristo murió por todos, pero morir en Cristo para renacer en Él es la revolución más grande que puede pensar el ser humano, es renacer a una criatura nueva, es vivir la incomparable aventura de ser una nueva creación.     

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-40

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua.

Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que nos perezcamos?»

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!»
El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!»

Palabra de Dios 

COMENTARIO AL EVANGELIO

El relato del evangelista Marcos es un hecho y una revelación: seguir a Jesús es entrar en la barca con Él, arriesgarse en la travesía de nuestra vida y fiarse plenamente de Él. Navegar en nuestra vida con Jesús en la misma barca, la Iglesia, es cuestión de fe              

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES?

     ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo y no recurrimos a Él sabiendo que es la fuerza que nos salva, que con Él todo es posible?

          El cristianismo se encuentra hoy en medio de una “fuerte tempestad” y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a “otra orilla”.

La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.

          Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.