¿QUÉ NECESITA EL MUNDO? – Campaña de Manos Unidas
Queridos hermanos y hermanas:
El lema de la campaña de Manos Unidas de este año es una provocación. Es la respuesta a la pregunta con la que he querido titular esta carta: ¿Qué necesita el mundo?. Quizás sería también una buena oportunidad para hacernos a nosotros mismos esta misma pregunta: ¿Qué necesito yo?. Estoy seguro que nos desprenderíamos de muchas cosas que nos parecen indispensables, pero que realmente no lo son.
El mundo no necesita más comida, nos recuerda Manos Unidas. Comida hay para todos, otra cosa es que la distribución no sea justa, y esta misma injusticia prive a una buena parte de la humanidad de lo más importante para vivir y sobrevivir: el alimento. Por eso, no necesitamos más comida, sino más gente comprometida.
Necesitamos hombres y mujeres que se paren un instante a pensar qué es verdaderamente necesario e importante en la vida. Hombres y mujeres que estén dispuestos a cambiar su estilo de vida que consiste en no mirarse a sí mismo sino mirar a los otros, al mundo, a la creación. Necesitamos nuevos ojos para ver, y nuevos oídos para escuchar el clamor de tantos habitantes de este planeta pidiendo lo que es suyo. Necesitamos manos para tocar con fuerza y con ternura al mismo tiempo la historia y las heridas de los que el azar o la mala organización del mundo tiró a las cunetas del camino. Gente comprometida en el trabajo por un mundo mejor repartido, un mundo que reponda al pensamiento y a la voluntad del Creador.
El compromiso verdadero sólo nace de una convicción profunda. No basta un compromiso fruto del furor de un instante, o del querer ser bien visto, o porque está de moda. El compromiso es la respuesta a una vida interior que no me refugia en mí mismo, sino que me lanza a los demás, porque los reconoce y los acoge como parte de mí. La persona comprometida suele ser incomoda, y no porque agreda a nadie, sino porque interroga, desinstala, provoca, confronta, transforma, no deja indiferente. ¿Acaso no es ese el ejemplo del Señor Jesús?.
Somos necesarios todos para decir que en el mundo no falta comida; y hemos de decirlo con la palabra, pero también con el testimonio de un nuevo estilo de vida. Un estilo de vida materialista, consumista, con la única referencia que soy yo y mis necesidades, que por cierto, se multiplican hasta casi el infinito, no puede subsistir, ni puede crear la felicidad. Necesitamos llenar el corazón, porque “mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir” (LS, 204).
Es terrible leer que mientras 1/3 de nuestros alimentos acaban en la basura, casi 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. Esto no puede ser, y no lo podemos permitir. A más consumismo, más desperdicio. El mercado, la compra-venta, no puede ser sólo un acto económico, porque lo es también moral. El mercado se mueve por la demanda, una demanda que en su mayoría está creada y alimentada por grandes campañas de publicidad, y por intereses no siempre basados en la ética; un nuevo estilo de vida ha de romper con esta dinámica, con el crecimiento incontrolable, insostenible y absurdo de las necesidades.
Siento gran pesar al saber que en nuestra diócesis de carácter rural, hay también cadenas y comercios dedicados a la alimentación que prefieren destruir o tirar los alimentos con el argumento que su aportación social va por otro camino. La pérdida de alimentos en un plantea que sufre la lacra del hambre nunca puede ser excusa, es una cuestión humanitaria y social. Pero no pensemos sólo en los demás, detengámonos también en nuestros hábitos de vida. ¿Cuánta comida desperdiciamos y tiramos en la casa?, ¿cómo educamos a los niños y jóvenes en el uso de los bienes, y en la necesidad de no desperdiciar ni tirar lo que no queremos pero los demás necesitan?
Ojalá la campaña contra el hambre en el mundo de Manos Unidas sea un momento de examen de conciencia para cada uno de nosotros.
Sea también esta llamada de Manos Unidas una ocasión para participar con lo que es nuestro en favor de los demás; y no me refiero sólo a lo económico. ¿Por qué no ofreces tu tiempo y los dones que el Señor te ha regalado en bien de los demás?. Ser voluntario, o voluntaria, de Manos Unidas es siempre una posibilidad y una oportunidad.
Para terminar, os traigo unas palabras del Papa que bien pueden resumir el objetivo de esta Campaña contra el hambre en el mundo: “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” (LS, 208).
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Guadix