¿Qué es el infierno? palabras del Papa Francisco
VATICANO, (ACI/EWTN Noticias).- En la tarde del domingo, el Papa Francisco continuó con la tradición de visitar las parroquias de la periferia de Roma acudiendo en esta ocasión a la de Santa María del Redentore di Tor Bella Monaca. Allí se reunió con distintos grupos de fieles.
Primero visitó a los enfermos, a quienes llevó una palabra de esperanza. “Les doy las gracias por vuestra sonrisa”, les dijo Francisco. “El Señor los quiere mucho, está cerca suyo”, añadió.
Les recordó que “el Señor nunca nos abandona, ni siquiera en los momentos feos”, y pidió tener confianza en Él también en esos momentos en los que “llega un poco de nostalgia, un poco de tristeza, las lágrimas nos caen, el llanto… pero hagamos así con la mano y digamos: ‘Señor, sé que Tú estás aquí’”.
“Él vivió un momento feo en la cruz –¿lo recuerdan?- Él ha sido el primero en abrirnos camino a todos nosotros. Y por eso sabe qué es el dolor, la tristeza, estar solos y tantas otras cosas…”. Además, “con el Señor está nuestra madre; las madres nunca dejan solos a los hijos, y la Virgen es nuestra madre”.
El infierno
A continuación se encontró con los niños y los jóvenes que le hicieron algunas preguntas. Una de ellas fue por qué si Dios es bueno existe el infierno y cómo es el Paraíso. El Papa respondió que “Dios perdona todo, pero saben que había un ángel muy orgulloso, muy orgulloso, que era muy inteligente, y tenía envidia de Dios, ¿entienden? Quería ser Dios. Y Dios quiso perdonarlo, pero él decía: ‘Yo no tengo necesidad de perdón, ¡me basto a mí mismo!’”.
Por tanto, “al infierno no te mandan: si vas es porque lo eliges tú. El infierno es querer alejarse de Dios porque no quiero el amor de Dios. El diablo es el infierno porque él lo ha querido: nunca más tener relación Dios. Pero si tú eres un pecador, si fueras un pecador tremendo, con todos los pecados del mundo, todos y después te condenaran a la pena de muerte, y cuando estás allí, blasfemas, insultas, muchas cosas… Y en el momento de ir allí, a la pena de muerte, cuando estás a punto de morir, miras al Cielo y dices: ‘¡Señor! ¿Dónde vas, al cielo o al infierno?”.
A su pregunta, el Santo Padre respondió: “al cielo, porque había otro que era un ladrón, pero un ladrón de aquellos… y fue crucificado al lado de Jesús. Y uno de estos dos ladrones insultaba a Jesús. Este no creía a Jesús; soportaba los dolores hasta la muerte. Pero en un momento, algo se movió en su interior y dijo: ‘Señor, ¡ten piedad de mí!’. ¿Y qué dijo Jesús? ‘Hoy estarás conmigo en el Paraíso’”.
Así que “va al infierno solamente aquél que dice a Dios: ‘No te necesito, me arreglo yo sólo’, como ha hecho el diablo que es el único del que estamos seguros que está en el infierno”.
Moral cristiana
La siguiente cuestión que respondió fue cómo vivir de manera adecuada la moral cristiana, dado que en los tiempos actuales es muy complicado.
A esto, Francisco dijo que “vivir moralmente es una gracia, es una respuesta al amor que Él te da primero. Si tú no eres consciente de que Él te ama, no puedes hacer nada. La manera moral de vivir es una respuesta a ese encuentro con Jesús. Si tú nunca hubieras encontrado a Jesús, nunca, nunca podrías vivir unavida cristiana. Es Jesús el que te ayuda a avanzar, y si caes Él te alza y te hace seguir adelante”.
También advirtió de que “si tú piensas y nosotros pensamos que la vida moral es sólo ‘hacer esto’, ‘no hacer esto’, ‘hacer esto’, no hacer esto’… esto no es cristiano. Es una filosofía moral, pero no es cristiano. Cristiano es el amor de Jesús que nos ama primero”.
El Pontífice comentó que “cuando todos tenemos tentaciones de envidia, celos, muchas tentaciones, en el momento de la tentación, debemos mirar a Jesús y decir: ‘Señor, mírame, no me dejes solo’. Si después caes, levántate”. Esto es “la moral cristiana, alzarse rápido y seguir adelante”.
Por último a la pregunta de una niña sobre qué sintió al ser elegido Papa, Francisco respondió entre risas: “no sé… me han cambiado de diócesis, yo era feliz en una diócesis y ahora soy feliz en otra. Me han cambiado”.
Las injusticias
Antes de presidir la Misa con la que terminó la visita, el Papa se reunió con el Consejo Pastoral de la parroquia. Les habló de las injusticias y de cómo todo cristiano ayuda al prójimo. “Si tu hijo tiene hambre y la sociedad no te ayuda a trabajar, no te ayuda a encontrar un trabajo, no te ayuda a salir de los vicios… debes dar de comer a los hijos… esto lo digo para hacer entender bien la situación de mucha gente que es buena, pero la vida le empuja contra el muro”.
“Ustedes trabajan para que estas situaciones no se repitan, para que estas situaciones no sean cotidianas: trabajan para continuar y avanzar con la gente y decirle: ‘no, ven aquí, ¿qué necesitas? Yo te ayudaré’. Y muchas veces la gente, cuando se siente acompañada, querida, no cae en esa red de malvados que explotan a la gente pobre”.
Sobre esta realidad apuntó también que “los mafiosos explotan a la gente pobre para hacerle hacer el trabajo sucio y después, si la policía encuentra, encuentra a esa pobre gente pero no a los mafiosos que se encuentran todos seguros y pagan también la seguridad”.
Sobre cómo ayudar a la gente, Francisco aconsejó aproximarse con “cercanía”, con aquella caricia que Jesús nos ha enseñado. Para salvarnos Dios se ha hecho cercano a nosotros, se ha hecho uno de nosotros: ¡Y ha sufrido por nosotros!”.
Sobre las muchas injusticias que existen, el Santo Padre señaló que “si hay tanta injusticia, haciendo manifestaciones políticas contra la injusticia, gritando, y después yendo a comer una buena pizza con una cerveza no sirve. Sirve la cercanía, las caricias, el amor, compartir la vida”.
Una historia de Buenos Aires
El Papa contó que este mismo día había recibió un email de un amigo judío de Buenos Aires. “Me contaba una historia: los judíos tienen historias antiguas de rabinos ancianos que son como catequesis, que los viejos rabinos hacían para que la gente aprendiese cómo se debe actuar-, sobre un hombre rico y muy inteligente. En su inteligencia leía la Biblia y decía: ‘El Profeta Elías debe regresar, debe venir…’ y no entendía por qué no venía. Fue a su rabino y éste –viejo y sabio- le dijo: ‘Ve a otro país y encontrarás una casa que es así, así y así. Toma todo, todas las cosas para hacer la fiesta, –porque llegaba la fiesta de Año Nuevo- todas las cosas para comer, y llévalas allí como regalo y estate con ellos un día de fiesta. Y allí encontrarás a Elías’.
“Este hombre rico llenó dos cestos, se fue e hizo la fiesta con ellos, pero miraba, miraba y no veía a Elías. Después regresó, tras un día, volvió donde el rabino y le dijo: ‘He hecho lo que me dijiste, pero no he visto a Elías. ¿Qué tengo que hacer? ¡Me has engañado!’. Él le dijo: ‘Vuelve pasado mañana, con las mismas cosas, pero no llames a la puerta: escucha desde la ventana de qué hablan’. Eran los últimos días de la fiesta. Este hombre se acercó a la ventana, escuchó y la familia hebrea pobre, pobre, pobre que no tenía nada que comer, hablaba a los hijos que decían: ‘Mamá, ¿Ahora como festejamos el último día de la fiesta si no tenemos qué comer?, ¿Cómo hacemos papá?’. Y la madre y el padre dijeron: ‘Tenemos confianza: así como Elías, el profeta, vino el primer día, volverá también hoy’. Y aquél hombre, que escuchaba desde la ventana, se dio cuenta de que el profeta Elías era él”.
Francisco explicó que “también nosotros somos profetas, grandes profetas, pero anunciamos a Jesucristo con gestos, también con las palabras, pero primero con los gestos. Con la cercanía”.
“Acaricien a la gente, a los enfermos, los que están solos, también a aquellos que merecen el apelativo de ‘miserables’: acarícienlos, como Dios nos ha acariciado a nosotros”.