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¿Qué es el CORPUS CHRISTI? por el PAPA FRANCISCO

Corpus Christi

Corpus Christi

¿Qué es el CORPUS CHRISTI? por el PAPA FRANCISCO

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se usa a menudo el nombre en latín: Corpus Domini o Corpus Christi.

Cada domingo la comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la Última cena.

Aun así, cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este Misterio central de la fe, para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo que se dona como alimento y bebida de salvación.

La página evangélica de hoy, de san Juan, es una parte del discurso sobre el “pan de vida” (cf 6, 51-58). Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo […] El pan que yo voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (v. 51).

Él quiere decir que el Padre lo ha mandado al mundo como alimento de vida eterna, y que por esto Él se sacrificará a sí mismo, su carne. De hecho Jesús, en la cruz, donó su cuerpo y derramó su sangre.

El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual, que hace salir de la esclavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida.

La Eucaristía es sacramento de su carne dada para hacer vivir el mundo; quien se nutre con este alimento permanece en Jesús y vive para Él. Parecerse a Jesús significa ser en Él, convertirse en hijos en el Hijo.

En la Eucaristía Jesús, como hizo con los discípulos de Emaús, se acerca a nosotros, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para consolarnos en las pruebas; para sostenernos en el compromiso por la justicia y la paz.

Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está por todos lados: en las ciudades y en los campos, en el norte y en el sur del mundo, en los países de tradición cristiana y en los de primera evangelización.

Y en la Eucaristía Él se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos y poner en práctica su mandamiento —amarnos como Él nos ha amado—, construyendo comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas.

Alimentarnos con Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de acoger a Jesús en lugar del propio “yo”. De esta forma, el amor gratuito recibido por Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo alimenta el amor por Dios y por los hermanos y las hermanas que encontramos en el camino de cada día.

Alimentados con el Cuerpo de Cristo, nosotros nos hacemos cada vez más y concretamente el Cuerpo místico de Cristo. Nos lo recuerda el apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo?

Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Corintios 10, 16-17).

La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a alimentarnos con fe, para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

Celebración del Corpus Christi – Ciclo B

DE LA MISA A LA EUCARISTÍA

Durante siglos, la misa ha sido el término familiar empleado en occidente para designar la reunión eucarística: “oír misa”, “decir misa”, “dar misa”.

Actualmente hay una tendencia generalizada a sustituir el viejo nombre de misa por el de Eucaristía que significa “acción de gracias”.

El cambio apunta a ir pasando de una “misa” entendida como acto religioso individual hacia una Eucaristía que se celebra por todos de manera activa e inteligible, que se entiende como una reunión gozosa que la comunidad necesita celebrar todos los domingos para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo resucitado.

La Eucaristía es la celebración de la Cena del Señor por la comunidad creyente; es una celebración que recoge también las demás dimensiones de la Eucaristía como banquete, comunión fraterna y acción de gracias a Dios; del cumplimiento de un deber religioso, que nada tiene que ver con la vida, se pasa a una celebración que es exigencia de amor solidario a los más pobres y de lucha por un mundo más justo. La Eucaristía debe ser “fuente y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 24,3-8 


En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: 


Haremos todo lo que dice el Señor. 
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas, como sacrificio de comunión.

Tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:

Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos. 
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:

Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El texto del libro del Éxodo nos relata la alianza establecida entre Dios y su pueblo reunidos al pie del monte Sinaí. Por medio de Moisés, el Señor comunica «todos sus mandatos» y el pueblo manifiesta comprometerse a cumplir «todo lo que dice el Señor». Se compromete a cumplir los mandatos del Señor para no recaer en la esclavitud de la que han salido.

SALMO Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 

R. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? 
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R:

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. 
Siervo tuyo soy, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. R:

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. 
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R:

2ª LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 9,11-15 


Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. 


No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. 


Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. 


Por eso él es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

Cristo Jesús es el Mediador entre Dios y los hombres y su sacrificio personal, desde el comienzo de la vida hasta su culminación en el Calvario, sustituye y anula los antiguos sacrificios.

Por medio de este sacrifico de Jesús, hemos alcanzado el perdón de los pecados, hemos entrado en «comunión directa con Dios-Padre».

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,12-16. 22-26 


El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? 
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidlo, y en la casa en que entre decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?». 


Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena. 
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

Tomad, esto es mi cuerpo. 
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. 
Y les dijo:

Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. 
Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Palabra de Dios

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
LA EUCARISTÍA NOS DEBE AYUDAR A CREAR FRATERNIDAD

Es posible que la eucaristía dominical se pueda convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio, podemos comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren.

La Eucaristía, celebrada conscientemente, nos debe liberar de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses. La Eucaristía debe ayudarnos a crear fraternidad. Si escuchamos todos los domingos el Evangelio de Jesús, esto nos debe ayudar a reaccionar ante sus llamadas.

No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.


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