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Pobres al cubo

MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID.

ECLESALIA, 13/06/14.- Habitualmente, ya sea en plan coloquial,

ya sea en las informaciones en medios de comunicación, se habla de pobres de forma general. Se engloba a hombres y mujeres que sufren escasez de medios para su supervivencia, para vivir una vida digna que les permita acceder al alimento, a la educación, a la sanidad, a una vivienda confortable, a la justicia que les proteja y a un trabajo digno que les haga crecer como personas.
El lenguaje y la estadística explican pero en muchas ocasiones no abarcan la inmensa realidad, y algo queda oculto a las Letras y a las Ciencias. De ahí el título de este escrito en el que se mezclan letras y número.
Me he dado un paseo por los evangelios, adentrándome en el momento tan conocido de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús, ante una multitud hambrienta y cansada del camino, les dice a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Es decir, preocuparos por la realidad que tenéis delante que, por muy inmensa que sea frente a vuestra debilidad y falta de recursos, no podéis escabulliros de ella si es que queréis seguir caminando hacia el Reino: esto no es política del mundo, es opción por los pobres, primeros en el corazón de Dios.
Así quedaron escritos los datos de los que comieron:
“Eran unos cinco mil hombres” (Jn 6,10); (Lc 9,14). “Los que comieron los panes eran cinco mil hombres” (Mc 6, 44). “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (Mt 14,21)
La matización del evangelista Mateo me viene bien para adentrarme en un fenómeno que sigue siendo actual: la invisibilidad de la mujer pobre y lo que ello significa a la hora de cuantificar el problema de la pobreza en el mundo.
La mujer, en general, es individuo, pero vive en racimo. Casi nunca va sola: lleva a su familia, hijos e hijas, de la mano y en el vientre; lleva a ancianos y ancianas; cuida enfermos, escucha, consuela y suele dejarse tocar por el sufrimiento de los demás.
La mujer pobre, desde la dimensión de racimo en la que suele vivir, es “pobre a la tercer potencia”, es decir, “pobre al cubo”: por ella, por los que dependen de ella y por el deterioro de su espacio vital. He aquí la fórmula: Mujer X hijos y dependientes X deterioro del entorno= Pobre3
Ellas no tienen las llaves del poder para solucionar temas económicos y políticos ni siquiera a nivel local, y en el día a día están pendientes de lo que tienen alrededor y que no puede esperar. Las imágenes de pobreza a las que estamos habituados: guerras, campos de refugiados, zonas marginales en grandes ciudades, movimientos migratorios, crisis económica, destrucción del mercado laboral, pérdida de derechos humanos, etc. Muestran la realidad de violencia, injusticia y deterioro de su vida, la de sus hijos y de los débiles que la rodean. Muestran también como su entorno se va destruyendo y es cada vez más costoso llevar una vida digna.
Y sin embargo, ese pobre3 que es la mujer pobre, sería la puerta de entrada para solucionar muchos de los males de este mundo. Su mirada panorámica no deja fuera al débil. Con un comprometido y solidario punto de apoyo, su empatía y creatividad darían mucho de sí. Como ya ocurre en tantas situaciones de precariedad que, con muy poco, hacen florecer jardines en medio del desierto del olvido y la injusticia. Su capacidad de compasión y de consuelo abarcan un campo tan inmenso que integra a los más débiles.
Hay que erradicar la invisibilidad de estas mujeres. Si “comieron cinco mil hombres sin contar mujeres y niños”, no dudamos de que a esos cinco mil hay que sumar mujeres y niños. Jesús siempre era seguido por todos ellos. Y si estaban presentes sabemos que comieron, aunque la historia no los contabilice, porque no tenían presencia jurídica.
Preguntémonos hoy cuántos millones de mujeres no cuentan en la vida y la estadística del mundo en la actualidad. Mujeres de todas las latitudes, de todas las creencias y de todas las culturas.
Las pobres3 no tienen ni voz ni tiempo para hacerse ver y respetar. Habrá que darles voz y tiempo a través de quienes tenemos tiempo, voz y posibilidades, no para contar nuestro mensaje, sino para hacer presente el suyo. Si ellas se hacen visibles, quienes son su círculo permanente (hijos, ancianos, enfermos, etc.) también lo serán. Si ellas tienen un espacio vital digno, habrá hogares, habrá alimento, habrá interés por la educación y mejor defensa contra la violencia y la injusticia.
El beneficio sería para todos en tres dimensiones: para la mujer, para los más débiles a su cargo y para el entorno en el que viven. Pero no sólo. El beneficio sería para el mundo entero, pues el desequilibrio actual es desproporcionado y este barco “Planeta Tierra” se está escorando a causa de la lucha por el poder global, afectando cada vez más a los que son invisibles para los parámetros de ambición que miden la vida de los seres humanos.
Llega el tiempo, y ha llegado ya, de hacer creíble lo que Jesús dejó dicho: “Dadles vosotros de comer”. No habrá sociedad, religión o cultura que sea creíble si no reconoce en igualdad a todos los seres humanos. No habrá democracias saludables si circunscriben sus logros a la demarcación de sus territorios y se despreocupan del pueblo global que es la humanidad. No habrá culturas con reconocimiento si sobreviven eliminando el patrimonio de las culturas minoritarias.
Para terminar, animando a la esperanza, recuerdo a Helder Câmara que vivió en tres dimensiones ayudando a los demás, con la mirada puesta un poco más allá: “¡Si supieran que la verdadera cuarta dimensión es la visión de lo invisible, la perspectiva de la eternidad!”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
* Publicado en catalán en la revista PARAULES i FETS DE DONES, Nº 70, mayo-agosto 2014

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