PEDRO Y PABLO: EN LOS DOS UN COMÚN DENOMINADOR: JESÚS
1.- Celebramos la festividad de San Pedro y de San Pablo.
Hoy, al celebrar esta festividad que rememora los cimientos de nuestra Fe, emergen dos figuras que son asientos indiscutibles de nuestra Iglesia: Pedro y Pablo. En los dos un común denominador: Jesús.
En los dos un mismo horizonte: incentivar y animar la fe en Jesucristo. En los dos una fragilidad, su humanidad.
En los dos, un toque divino: Dios se sirve, por iniciativa y voluntad propia, para llevar adelante su obra. Y al hilo de la última encíclica del Papa Francisco, retomando el impulso evangelizador de Pedro y Pablo, lo que nunca hemos de olvidar: “el hombre, como la tierra, también es tierra”.
Y ello centra lo más genuino del mensaje cristiano: la esperanza, después de nuestro ser tierra, está llamada a la resurrección.
2.- Hoy es el día de la Iglesia, el día del Papa,
el día en el que –más allá del altruismo o voluntarismo simple– reconocemos que hay una fuerza superior que nos anima y nos empuja, como a Pedro y a Pablo, a ser testigos del Evangelio.
¿Lo somos? ¿Sentimos nuestra indignidad ante el deseo del Señor de contar con nosotros? ¿Somos conscientes que, aun con nuestro barro, el Señor quiere llevar adelante su proyecto?
3.- “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
¿Qué piedra, Señor? ¿Esa piedra soy yo? ¡Qué dices, Jesús! ¡Mira hacia otro lado!” ¿Por qué te fijas en mí?
¡No quiero complicaciones, Señor! Pueden ser, perfectamente, nuestros interrogantes o exclamaciones ante la voluntad firme del Señor de hacer, algo bueno y nuevo, con nosotros.
¿Qué pensaría Pedro cuando escuchó, de labios de Jesús algo parecido a “te quiero y te necesito así”?
4.- Es difícil imitar a Cristo.
Es delicado llevar adelante su reino. Es espinoso, en estos tiempos, presentar –en toda su integridad– el mensaje del evangelio a una sociedad que, lo prefiere, de una manera sesgada y a su medida.
Pero, como a Pedro, nos acompaña la fuerza de la oración de la comunidad. ¡Hay que rezar! ¡Tenemos que rezar!
Por el Papa, los Obispos y los sacerdotes. Para que no se cansen de evangelizar en medio de zancadillas, turbulencias, traiciones, negaciones y contrariedades.
Nuestro mejor homenaje, a estos gigantes de la fe –Pedro y Pablo– es precisamente empujar con nuestra oración los afanes misioneros de nuestra Iglesia.
Una Iglesia, que como Pedro y Pablo, no deja de combatir para que venza el bien sobre el mal; de correr para alcanzar los ideales cristianos y, sobre todo, sin miedo a poner la cara en nombre de Cristo, aún a riesgo de recibir algún salivazo que otro.
5.- Hoy, en este día de los dos pilares de la Iglesia,
también nosotros nos debemos de sentir “resortes” de esa Iglesia. No importa que seamos pequeños o grandes, altos o bajos, fuertes o débiles.
Lo importante es que estemos aportando algo de nuestro tiempo, esfuerzo, dinero y creatividad en esa tarea ilusionante del anuncio de la Buena Nueva.
6.- Y, cómo no, una oración especial por el Papa Francisco.
Su lenguaje es inteligible por todos y a todas luces pero, sus ideas, no siempre son comunicadas íntegramente y en algunos instantes con mala intención.
Por encima de todo, la unidad, es un sentido profundo que nace de esta fiesta y que todos estamos llamados a cuidar y reclamar de Dios.
7.- Es fácil levantar un edificio espiritual y material
(la Iglesia Católica presente en tantos lugares del mundo) pero a veces la ingratitud, la soberbia de muchos gobernantes, las políticas sectarias o con poca visión de futuro pueden hacer que –en algún momento– toda la estructura de las modernas sociedades se venga abajo porque, precisamente esos valores que la sostienen, han nacido y han sido recogidos del cristianismo. Algo que, algunos regidores, olvidan y a veces denigran.
8.- Que San Pedro y San Pablo, hombres con identidad, aplomo, arrojo y valentía, nos ayuden a re-evangelizar un mundo que diciendo ser de Dios vive de espaldas a Él.
Hombres y mujeres que, diciendo ser católicos, les ocurre lo mismo que al madero afectado por la termita: por fuera parecen ser sólidos pero por dentro están huecos y afectados por otros elementos invasores y contrarios a su identidad.
Javier Leoz