Participación de los laicos en la misión de la Iglesia
2. La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en
toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención
salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad
del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos
sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza,
es también vocación al apostolado. Como en la complexión de un cuerpo vivo ningún
miembro se comporta de una forma meramente pasiva, sino que participa también en la
actividad y en la vida del cuerpo, así en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, «todo el cuerpo
crece según la operación propia, de cada uno de sus miembros» (Ef., 4,16).
Y por cierto, es tanta la conexión y trabazón de los miembros
En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y a
sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo
nombre y autoridad. mas también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal,
profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la
Iglesia y en el mundo.
En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y
santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales,
llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un
claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del
estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son
llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el
mundo a manera de fermento.