¡Para siempre, Señor!
Aunque me digan que es imposible…
para siempre, Señor.
Aunque me digan necio…
para siempre, Señor.
Aunque me confundan…
para siempre, Señor.
Aunque sobrecojan las dudas…
para siempre, Señor.
Aunque pensé en otra cosa…
para siempre, Señor.
Aunque me cueste amar…
para siempre, Señor.
Aunque lo vea difícil…
para siempre, Señor.
Aunque se oscurezca el horizonte…
para siempre, Señor.
Aunque no encuentre lo que busque…
para siempre, Señor.
Sí, amigo y Señor;
haz que, mi amor, sea ¡para siempre!
Y haz que, mi amor, sea un amor divino.
Un amor que brota en el cielo
y se rompe cuando toca la tierra.
Un amor que perdona las veces que haga falta.
Un amor que no es un juego sino una vida.
Un amor que no es un capricho y sí bien vivido.
Un amor que, cuanto más se da, más crece.
Un amor que, cuanto más se ofrece, más devuelve.
Un amor que, cuanto más se cuida, se convierte en un gran gigante.
Sí, amigo y Señor;
sigue bendiciendo mi casa, mi matrimonio y mi familia.
Para que nunca falte la luz que clarifique la oscuridad.
Ni el viento que disipe la tormenta.
Ni el amor que todo lo comprende y lo soluciona
Y, cuando me asolen los intentos de lapidarlo,
sal a mi encuentro, Señor,
para que comprenda, una vez más, que sin amor,
la vida no merece la pena ser vivida.
P. Javier Leoz