Me parece un tanto burda la pregunta. Es como preguntarse: ¿Para qué sirve la relación entre padres e hijos, para qué sirve la relación entre los amigos? ¿Para qué sirve la honradez?
Creo que un factor que ha contribuido al desprestigio del cristianismo ha sido un cierto mercantilismo que, insensiblemente, ha contagiado la práctica religiosa tan saturada en ciertos ambientes de votos y promesas, de compraventas de los favores de los santos con respecto a bienes temporales. Este mercantilismo provoca una cierta repugnancia en espíritus generosos y liberados de toda credulidad infantil.
El Evangelio es el manifiesto de la gratuidad. Jesús proclama que en la relación humana lo que verdaderamente humaniza y engrandece es el dar y darse desinteresadamente a Dios y a los demás, sin esperar recompensa, por eso, para que la fe y las celebraciones cristianas tengan fuerza humanizadora es preciso que resaltemos en ellas los aspectos gratuitos: la oración desinteresada de alabanza, de ofrecimiento, de acción de gracias, de perdón.
Es preciso fomentar la convivencia gozosa, la fiesta, la ayuda a los demás, el gozo de hacer el bien porque sí.
Es más, hay que decir que los cristianos, las comunidades y grupos estamos llamados a ser escuelas de gratuidad en una sociedad mercantilizada, en lo que todo tiene precio, pero el Señor Jesús nos dice a todos que, en contraposición con los criterios humanos, lo que no tiene precio es, justamente, lo que más vale.