“NO NECESITAMOS ENSEÑANZAS, NECESITAMOS RELATOS VITALES”

HUGO CÁCERES, Congregación de los Hermanos Cristianos, hcaceresguinet@gmail.com
ROMA (ITALIA).

ECLESALIA, 01/10/12.- “No necesitamos enseñanzas, necesitamos relatos vitales” nos pidió la laica marista Ana Sarrate por teleconferencia desde Pamplona, a los casi cincuenta religiosos laicos reunidos en Roma para descubrir algunas pistas de nuestra misión futura. En estos días hemos escuchado el mismo mensaje, por medio de las voces de diversos oradores y participantes, exhortándonos a algo definitivamente nuevo: una espiritualidad que atraviese el tsunami de la modernidad, descubrimientos de Dios que no hayamos recogido en los libros sino que se hayan gestado en el corazón, una vida religiosa menos religiosa pero más vida, una actitud profética que sacrifica nuestra afición al éxito de las instituciones educativas a favor de una educación de la espiritualidad y la solidaridad en rincones donde ser testigos del cristianismo implique evangelizar casi sin palabras. En fin, procesar estos llamados nos llevará más tiempo que este corto mes de setiembre y nos damos cuenta de que lo que estamos viviendo aquí es solo un esbozo de las comunidades futuras que portarán el don de la fraternidad a escenarios aún desconocidos. Con seguridad el prefijo inter se empleará frecuentemente: intercongregacional, interreligioso, internacional, intercultural, intergeneracional, interrelacional, y la misión más que ad gentes será intra gentes.
Por otro lado, intuimos que estos cambios tienen un precio que no todos los religiosos estamos dispuestos a pagar. Preferiríamos un dios más pequeño y menos exigente, una tarea en la iglesia más específica, determinada por una verdad de catecismo, un campo conocido donde las reglas del juego estén bien claras, una posibilidad de sobrevivir con vocaciones que tomarán en sus manos nuestras prestigiosas instituciones. Estamos convencidos de que si tratamos de sobrevivir con todas nuestras pertenencias materiales o espirituales ya perdimos de antemano el tren que nos llevará al futuro. ¿Qué elegimos para este viaje que sea ligero y nos permita caminar con el resto de la humanidad? El exilio, pérdida del territorio, derrumbe de las instituciones políticas y religiosas, obligación de caminar hacia lo desconocido es la mejor imagen de este momento para ilustrar el recorrido de la vida religiosa. Fue el momento del surgimiento de la profecía que insistía en una vuelta radical a lo fundamental. El mundo que conocimos y donde nuestra misión resultaba tan evidente, ya fue barrido por el cambio de época. Es momento de decidir qué vamos a llevar hacia el futuro. La respuesta aún no está clara pero seguramente será muy poco. El sentido de urgencia de ponernos en marcha está en una imagen que ronda nuestras cabezas desde hace una semana: No podemos conformarnos con arreglar el orden de las sillas o seguir tocando la orquesta mientras el Titanic ineludiblemente se hunde. El llamado de Ana Sarrate nos orienta a dejar el complejo conglomerado -muchas veces plagado de contradicciones – que llamamos enseñanzas tradicionales que no transmiten nada a los hombres y mujeres contemporáneos; lo que debe guiarnos son nuestras historias vitales, descubrimientos de quién es Dios en boca de discípulos que hagan arder el corazón (Lc 24,32). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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