A propósito de la campaña de Manos Unidas 2013
Cada año, por estas fechas, se nos interpela a mirar más allá de lo que nos rodea, incluidos los propios problemas. Estamos invitados a mirar al mundo entero para descubrir tantas realidades de pobreza que existen y que apelan a nuestra responsabilidad y solidaridad. La llamada se la debemos a Manos Unidas, verdadero estandarte de la caridad cristiana.
La campaña de Manos Unidas, gracias a Dios, se han convertido en una presencia habitual en cada una de las iglesias particulares de España, y no sólo en la Iglesia, sino en toda la sociedad. Manos Unidas es una marca registrada en la conciencia de muchos, y un ejemplo para hacer del mundo una gran familia donde haya lugar y dignidad para todos.
Este año, no quiero silenciar una tentación que puede estar, y de hecho está, en muchos. Me refiero a la tentación de pensar que bastantes dificultades tenemos nosotros como para pensar en las de los demás. Primero hemos de dar para los de cerca, dicen algunos. Caer en esta tentación sería una verdadera injusticia. Si es cierto que entre nosotros hay muchos hombres y mujeres, familias enteras que viven en la pobreza a causa de la crisis, no es menos verdad que el corazón del hombre no tiene límites, por eso ha de mirar también a aquellos que viven en una crisis permanente, a los que no tienen nada para vivir. Mirar a los de alrededor y olvidar a los pobres del mundo es un gesto de egoísmo, aunque se cubra y quiera justificarse con la idea de una caridad para los que están cerca. La caridad cristiana no sabe de fronteras, todo el mundo es mi pueblo o mi ciudad.
Con esto, quiero hacer una llamada a abrir las puertas de nuestra cercanía y solidaridad a todos, también a los que viven y mueren en lo que llamamos tercer mundo. Para un cristiano el mundo es una gran fraternidad, hermanos son los que están cerca y hermanos son los de lejos.
Este año, Manos Unidas nos recuerda que «no hay justicia sin igualdad». No podemos pensar en un mundo justo basado en la desigualdad que levanta muros y margina. La discriminación en razón de la raza, el color de la piel, el sexo o la religión están a la base de la violencia que azota al mundo y de la marginación que hace ricos y pobres, buenos y malos.
El ser humano es digno por el hecho de serlo. El respeto a esta dignidad exige de nosotros el rechazo de cualquier discriminación. Es necesario mirar a los ojos a tantos hombres y mujeres que en todo el mundo viven en condiciones infrahumanas. La igualdad no es la conquista de una ideología o época de la historia, sino que está en el origen mismo de la humanidad.
Manos Unidas trabaja cada día del año por este fin. Es la voz necesaria que toca a las conciencias para hacernos conscientes de la realidad de injusticia que la pobreza genera en el mundo, al tiempo que nos recuerda que hemos de exigir de los poderes públicos y del Capital la igualdad y el derecho de todos a gozar de los bienes de la tierra. En este sentido, es fundamental la educación de niños y jóvenes que han de tomar la antorcha del futuro.
Manos Unidas en esta diócesis de Guadix demuestra cada año que con lo pequeño podemos hacer obras grandes, pues lo importante es el corazón y la decisión de trabajar por los demás. Desde aquí quiero reconocer el trabajo y la dedicación de voluntarios y donantes. Los animo a todos a seguir trabajando contra la pobreza.
Este año hemos, con la ayuda de Dios y la generosidad de todos, llevaremos adelante dos proyectos: un almacén de grano para mantenimiento de un Internado en Maharashtra (India), y la reducción del hambre y la pobreza entre familias indígenas de San Martín (Guatemala).
¡El amor es sumamente hábil, la caridad es ingeniosa!, dice San Juan Crisóstomo. Que nuestra caridad demuestre a todos los hombres que Dios los ama.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix