Motivos para odiar la Iglesia: IBI, obispos homófobos, matrimonio gay, cuervos vaticanos, fanáticos provida, curas pederastas…

Miriam, una amiga de Madrid, me preguntaba hace unos meses por qué se respira tanto odio hacia la Iglesia en España. Estos días he recibido algunos insultos a través de Twitter siempre por mi condición de católico y después de ver que Santi Rodríguez cerró su cuenta por amenazas de muerte también por el mismo motivo, volvió a resonar en mí esa pregunta.

Escribo esto sin querer ofender a nadie por su ideología política. Sólo espero, con todo mi respeto, llevar la problemática a un nivel más profundo. Os agradezco mucho vuestros comentarios siempre que sean respetuosos.
Detrás de las polémicas en las que con tanta facilidad nos encierran algunos medios y sus ideólogos: IBI, obispos homófobos, matrimonio gay, luchas de poder vaticanas, providas fanáticos… hay una agenda, un programa de largo recorrido, pero no por ello menos agresiva, para borrar de toda esfera pública a la Iglesia Católica y con ello su influencia en las conciencias en temas de fe y moral.

Se manejan dos concepciones de Estado totalmente enfrentadas, una es el Estado laico y otro el Estado laicista. Pocos captan la diferencia, que para nada es sutil. En ambas concepciones hay separación entre Iglesia y Estado.
En la primera, la del Estado laico/aconfesional (que es la de la Constitución española) se reconoce el derecho a la libertad religiosa y a su manifestación pública, es más los poderes públicos están obligados a tener en cuenta las creencias religiosas de la gente y a cooperar con sus instituciones. En esta concepción laica del Estado se reconoce implícitamente que la religión es un bien para la humanidad.

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. (Constitución española Art.16.3 ‘Libertad ideológica y religiosa’)

La segunda es la concepción laicista, en ella toda manifestación pública de cualquier credo está prohibido, no sólo de palabra, también sus símbolos y gestos. Se relega la vivencia de la religión al ámbito privado. Esta concepción considera implícitamente la religión como un mal. En el pasado estos ideólogos creyeron que se podía erradicar, hoy aceptan que no, que es un mal endémico que brota una y otra vez en las sociedades causa de la ignorancia de la gente. Por ello se empeña en relegarla a la esfera privada evitando así todo contagio al resto.

El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera. Sin embargo, Engels condenó al mismo tiempo más de una vez los intentos de quienes, con el deseo de ser “más izquierdistas” o “más revolucionarios” que la socialdemocracia, pretendían introducir en el programa del partido obrero el reconocimiento categórico del ateísmo como una declaración de guerra a la religión. […] Engels calificaba de estupidez su vocinglera declaración de guerra a la religión, afirmando que semejante actitud era el medio mejor de avivar el interés por la religión y de dificultar la verdadera extinción de la misma. Marxists.org
Lo verdaderamente preocupante de la segunda concepción es que el Estado tiende a ser totalitarista, poco a poco va legislando hasta realizar imposiciones sobre la conciencia de sus ciudadanos, regulando por la fuerza todos los ámbitos de sus vidas. Se esclaviza a sus ciudadanos. No es de extrañar que en los tiempos y lugares donde estos ingenieros de la sociedad se han hecho fuertes haya habido tanta sangre de cristianos derramada
En la primera concepción, aún los no creyentes, reconocen una función reguladora de la religión que vela por la libertad. Desde los diferentes credos se alzan voces para denunciar las imposiciones injustas y toda forma de control totalitario de los Estados.

Los totalitarismos pueden ser de izquierda, de derechas e incluso religiosos (hoy perviven sistemas totalitarios hinduistas e islámicos). Sean del color que sean siempre tienen tres cosas en común:
Se revisten de bondad. Engañan y someten a personas de buen corazón, a idealistas algo ingenuos. Los más jóvenes por ello son carnaza fácil. Prometen prosperidad, salir de la crisis. Parecen ponerse de parte de lo más débiles, aunque finalmente sustituyen a un poder corrupto por otro aún peor, el totalitario.

Lavan el cerebro. Siembran la mentira bajo apariencia de verdad. Cuentan con un potente apoyo mediático. Siguen el principio de repetir una mentira cientos de veces hasta hacer creer que es una verdad. Difaman con gran despliegue de medios y si rectifican lo hacen con letra pequeña.

Buscan criminalizar a quien no acepta sus ideas mediante ingenería social, generando el odio y el rechazo al que piensa distinto. Es una forma racismo de las ideas. Quien no se somete empieza por ser un desfasado, luego un retrógrado y finalmente un criminal digno de castigo.

Hecha esta distinción entre una concepción de Estado laica/aconfesional y otra laicista, es obvio que en la segunda la religión no tiene lo que se dice buena aceptación. España sigue siendo un país, no sólo de tradición católica, si no con millones de católicos y personas que no siendo practicantes o bautizados encuentran en la Iglesia una fuente honesta de caridad y verdad. Esto es algo que despierta la ira de los laicistas a los que en los últimos años se han sumado miles y miles de jóvenes atraídos por el olor a progreso y libertad, perfume con que maquillan un programa de segregación y exterminio de toda religión, y en otras épocas de todo creyente.

Fuente: http://www.novabella.org/odio-ibi-obispos-homofobo-matrimonio-gay-provida/