De obispos y delegados de Pastoral Obrera en vísperas de una huelga general
JOSÉ IGNACIO CALLEJA SÁENZ DE NAVARRETE, Experto en Moral Social Cristiana, igcalleja@euskalnet.net
VITORIA-GASTEIZ.
ECLESALIA, 24/09/10.- Como fuera que algunos Obispos desautorizan los comunicados de apoyo a la huelga general por parte de sus Delegaciones Diocesanas de Pastoral Obrera, me imagino que las cosas han sido así. Pastoral Obrera no comunica nada a su Obispo para evitarse el «no» por adelantado. No confía ¡por experiencia! en su conciencia moral en lo social. Suele ocurrir en casos discutidos y a sabiendas de la escasa conciencia social de la mayoría de los Obispos. Yo lo he visto anteriormente.
Personalmente creo que Pastoral Obrera puede hablar así, y que su Obispo debería conocer ese texto y admitirlo, mientras que él toma una posición más representativa de toda la Iglesia Local; no contraria, sino más suya, de Obispo de todos. El Obispo, en nombre de toda la Iglesia Diocesana, y dado lo legítimamente discutido del caso, no va a decir «sí o no a la huelga general». Ni debe. Es una cuestión social, política y moral, legítimamente diversa. Institucionalmente, no cabe una posición oficial a favor o en contra, creo.
Pero si debe el Obispo, y los Obispos, pronunciarse en línea con esta idea de HOAC, «la convocatoria de Huelga General para finales de septiembre es una ocasión para denunciar a los que se apropian de lo que no es suyo», … Al Obispo, a los Obispos, le corresponde mostrar y denunciar, ¡es un deber moral y una ocasión irrenunciable!, que urge una sociedad con leyes y estructuras mucho más justa en los mercados, en la propiedad, en la vida pública y en las profesiones. ¡No sólo en los valores! Es una ocasión propicia y debida, por tanto, para denunciar unas condiciones de vida social totalmente injustas para tantos en cuanto a la dignidad. Esto no es política de partido, sino ética cristiana desde los excluidos. Es un deber moral en este momento y sin tapujos. La situación lo exige.
Todo, menos irse por la tangente de, «no tenemos opciones políticas concretas»; o, la otra tontería, destituir al delegado, “el mensajero”, cuando el problema es que no se fiaba con buenos motivos de la conciencia social de su Obispo. Y es que no hay manera de que la mayoría de los Obispos distingan «la política» y «la justicia social», y de que arriesguen una mínima palabra contra la riqueza injustamente lograda y administrada, y contra los que así la acumulan ante la gente sin nada. En «lo social», la mayoría no tienen remedio. Ni lo entienden ni preguntan a sus Delegados. Y si no hay conciencia social clara, o no se sabe cómo articularla con la misión “religiosa”, la conciencia moral no puede superar el nivel del ¡qué pena dan los que más sufren! O sea, sentimentalismo moral y religión cristiana sin «encarnación». Paz y bien. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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