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MONSEÑOR ROMERO, “DEFENSOR” DE POBRES Y VÍCTIMAS

JON SOBRINO, jsobrino@uca.edu.sv
SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA, 11/04/11.- Puebla habla de la opción por los pobres con gran precisión: “por el hecho de ser pobres Dios los defiende y los ama”. Es decir, optar no es solo amar y, por ello, “ayudar”, sino es antes que nada “defender”. Y con esa precisión habló un campesino sobre Monseñor. “Monseñor Romero dijo la verdad. Nos defendió a nosotros de pobres. Y por eso lo mataron”. Sobre esta solemne sentencia del campesino queremos decir una palabra en este aniversario.

1. “Monseñor dijo la verdad”. “El maligno es asesino y mentiroso”, dice el evangelio de Juan (8, 44). Primero da muerte y después la encubre. Monseñor Romero fue totalmente consciente de ello, y por eso para “defender” al pobre -y “luchar” contra los que lo empobrecen y asesinan-, “dijo la verdad”. Y por la hondura y magnitud de su defensa -no solo por razones éticas genéricas- Monseñor Romero dijo la verdad de forma nunca antes conocida.

La dijo “vigorosamente”, pues “nada hay tan importante como la vida humana. Sobre todo la persona de los pobres y oprimidos” (16 de marzo, 1980). Como es bien sabido, en sus homilías dijo la verdad “extensamente”, para poder decir “toda la verdad”. Y la dijo “públicamente”, “desde los tejados”, como pedía Jesús, en catedral, y a través de la YSAX. Dijo, la verdad “popularmente”, lo cual es mas novedoso, aprendiendo muchas cosas del pueblo, de modo que, sin saberlo, los pobres y los campesinos eran coautores de sus homilías y cartas pastorales. “Entre ustedes y yo hacemos esta homilía” (16 de septiembre, 1979). Y fue también “popular” porque siempre respetó y apreció la “razón”, el discurrir del pueblo, de la gente sencilla, sin intentos de infantilización, lo cual no suele ser normal en discursos políticos ni muchas veces en la pastoral, ni en el transfondo de actividades académicas. En momentos cumbres dijo la verdad “solemnemente”. “Esto es el imperio del infierno” (1 de julio, 1979). Denuncia. “Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor” (7 de enero, 1979). Consuelo y esperanza. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!” (23 de marzo, 1980). Exigencia sin condiciones. […] (sigue en eclesalia.net)

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