Misioneros por la vida
Ella era una católica «bien parroquial», como muchas otras, era una buena rezadora del rosario, sabía todos los misterios y era buena para lustrar santos. No faltaba nunca al Apostolado de la Oración. Un buen día, conoció un grupo misionero, y su forma de vivir la fe cambió. «La vocación misionera se despierta en uno, cuando se siente pleno, feliz y puede caminar de la mano con Jesús, pase lo que le pase en la vida, uno siente la necesidad de salir a comunicarlo a otros». «Misionar es donar mi vida para que otro pueda sentir la alegría que yo siento de tener a Jesús en mi corazón», explica con una enorme sonrisa una misionera.