Mensaje pascual de monseñor Oscar Sarlinga
Transmitido en el Hogar de la Paz y la Alegría, de lasMisioneras de la Caridad (de las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta) en Zárate, el Domingo de Pascua 2011.
Queridoshermanos y hermanas, en especial queridashermanasMisioneras de la Caridad:
Luego de haberbendecidoen lascelebraciones de ayer, en la Vigilia, el “Fuego nuevo”, el agualustral, y de haberesperadogozosamenteestedíaglorioso del Domingo de Resurrección con nuestrosojospuestos en el Rostro de Cristo, les expreso de corazón a todosustedes el auguriopascual, con palabras de San Agustín: “Resurrectio Domini, spes nostra – la resurrección del Señoresnuestraesperanza” , y lo esporque el mismoSeñorconstituyenuestro “centro”, nuestra “finalidad”, nuestraalegría y plenitud:“(…) el Verbo de Dios, por medio del cual todo ha sido creado, se hizo Él mismo carne, hombre perfecto, para obrar la salvación de todos (…). El Señor es la finalidad de la historia humana, «el punto central de los deseos de la historia y de la civilización», el centro del género humano, la alegría de cada corazón, la plenitud de sus aspiraciones” .
Por difíciles que sean las situaciones que en nuestra vida la Providencia quiera o permita que vivamos, ¡nunca desesperemos!, Jesucristo ha resucitado, en la historia de los hombres, pero trascendiendo infinitamente la historia, para darnos luminosa esperanza, la que no defrauda , pues, como nos lo ha dicho hoy el Santo Padre Benedicto XVI en su Mensaje Urbi et Orbi, la resurrección de Cristo “(…) es un acontecimientoquesobrepasaciertamente la historia, peroquesucede en un momentopreciso de la historiadejando en ellaunahuellaindeleble. La luzquedeslumbró a los guardiasencargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio .
La luz que deslumbró a los guardias atravesó el tiempo y el espacio. Muchos nos han precedido en este gozoso anuncio, que fue dado por primera vez a las mujeres que buscaban al Crucificado, a las que el Ángel indicó que Él, Resucitado de entre los muertos, “se adelantaría, los precedería en Galilea”(Cf Mt 28,5), porque Jesús siempre nos precede, y nos transmite lo que escuchó del Padre y nos ha dado a conocer a través de la Iglesia, de su enseñanza, de su amor, en plena fidelidad y con la permanente “novedad” del cristianismo, de modo que, como afirmara Juan Pablo II: “(…) en la historia de laIglesia, « lo viejo » y «lo nuevo» estánsiempreprofundamenterelacionados entre sí. Lo « nuevo » brota de lo « viejo » y lo « viejo » encuentra en lo «nuevo» unaexpresiónmás plena”. Lo quetenía en vista el Papa era “(…) la preparación de la nuevaprimavera de vidaCristiana”quedeberíamanifestar el Gran Jubileo, “ (…) si los cristianos son dóciles a la acción del Espíritu Santo” .
Pongamosatención a esto, “la docilidad a la acción del Espíritu Santo” escondición fundamental; razónpor la cual, paraobtenerdocilidadhemos de mirar a Cristo resucitado, a suRostro, y no a cualquierotrorostro, pues, comotambién lo anunciara el mismo Juan Pablo II en TertioMillenioadveniente, “(…) la Iglesiamiraahora a Cristo resucitado (…) En el rostro de Cristo ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría. LaIglesia, animadaporesta experiencia, retoma hoysu camino para anunciar a Cristo al mundo, al inicio del tercer milenio: Él « es el mismo ayer, hoy y siempre » (Hb 13,8) .
Queridos hermanos, mantengamos viviente el don de la fe, la cual es, por un lado un don, un regalo divino, y por otro lado constituye, de nuestra parte, una respuesta, pues “(…) a Dios que nos da la revelación, le debemos la obediencia de la fe, la plena adhesión de la inteligencia y de la voluntad…” nos dice el Concilio Vaticano II . A la vez, transmitir la fe en el Resucitado es tarea, misión, de la Iglesia, en una “nueva evangelización”, con el realismo de la esperanza, con la conciencia de la existencia de mucho sufrimiento en el mundo, de la realidad de la miseria de muchos hermanos, de la persecución por causa la fe en Cristo en tantos países, y de tantas cosas más. Esto dicho, también con Juan Pablo II, quien confiaba en que al acercarse el tercermilenio, Dios estaba –misteriosamente- preparandouna gran primaveracristiana , queremos hoy reafirmarnuestraesperanza en quenuestroBuen Pastor Resucitadonosguiarásiempre, en todaslascircunstanciashistóricas, teniéndonosfuerte de la mano, sisomosdóciles al Espíritu. La próximabeatificación de S.S. Juan Pablo II, el Domingo de la DivinaMisericordia (ocasión en queadheriremos en nuestradiócesis con distintosactos y celebraciones) sera ya, también en el Misterio de Dios, unsigno de primavera, entre tantosotrosquevivimos y quequizá no siemprediscernimosvívidamente.
El Bautismo hace de todos nosotros un pueblo Santo, nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia, la cual nos llama en este tiempo a la nueva evangelización y a la construcción de un «nuevo humanismo cristiano, integral y solidario»,un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, trascendente y no “naturalista” o meramente intrahistórico, humanismo que no es otra cosa que la realización de «la civilización del amor» a la que nos han llamado Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ojalá que en esta Pascua, y en la cercanía del acontecimiento que será el primer Congreso Nacional de Doctrina social de la Iglesia, lo asumamos, porque “(…) la Iglesia (…) tiene la intención de proponer a todos los hombres «un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario». Tal humanismo puede ser realizado si cada uno de los hombres y mujeres (…) sean en verdad seres humanos nuevos y artífices de una nueva humanidad, con la necesaria ayuda de la gracia divina” . La primacía de la Gracia será nuestra luz. La Santísima Virgen María nos guíe y acompañe en esta misión.
+Oscar Sarlinga