Los cristianos estamos llamados a testimoniar, así lo recordó el Papa Francisco antes de la oración de Regina Coeli en el III Domingo de Pascua, cuando se asomó a la ventana del Palacio Pontificio ante miles de fieles que le recibieron con una gran ovación.
El Obispo de Roma recordó que en la liturgia del día aparece en dos ocasiones la palabra “testigos”. La primera en los labios de Pedro con la curación del paralítico en la puerta del templo de Jerusalén “mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hechos 3, 15); Y la segunda ocasión en los labios de Jesús resucitado ante los discípulos: “Ustedes son testigos de todo esto” (LC 24, 48). Y así se mostró, explicó Francisco, con el fin de que “su resurrección llegara a todos mediante su testimonio”. “La Iglesia tiene el deber de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a testimoniar, con las palabras y con la vida que Jesús ha resucitado, que está vivo y presente en medio de nosotros”, añadió.
¿Qué es testimoniar? Ver, recordar y contar, son tres verbos que describen la identidad y la misión, explicó el Papa. Y puntualizó: cada cristiano “puede convertirse en testigo de Jesús resucitado”, y su testimonio será más creíble cuanto más brille el modo de vivir evangélico, alegre, valiente, y no dejándose llevar por la comodidad y la vanidad, porque así se convierte uno en “sordo y ciego ante la pregunta sobre la ‘resurrección’ de tantos hermanos».
«El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones -dijo el Papa-, sino un mensaje de salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos».
Monica Zorita y jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA
Palabras del Papa antes de la oración del Regina Coeli traducidas del italiano
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra “testigos”. La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico en la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “ Mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”. (Hechos 3,15). La segunda vez es en los labios de Jesús resucitado: él, la noche de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto.” (Lc 24,48). Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; todo bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que relata. Ver, recordar y relatar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el evento. Por esto recuerda, no sólo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, pero también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo relata, no en manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado vida. El testigo es uno que ha cambiado vida.
Testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la “resurrección” de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
María, Madre nuestra nos sostenga con su intercesión para que podamos volvernos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Traducción del italiano: María Cecilia Mutual
Radio Vaticana