Lo decisivo es abrir el corazón | Reflexiones cristianas
Según la tradición bíblica, el mayor pecado de una persona es vivir con un «corazón cerrado» y endurecido, un «corazón de piedra» y no de carne.
Quien vive «cerrado», no puede acoger el Espíritu de Dios; no puede dejarse guiar por el Espíritu de Jesús. Cuando nuestro corazón está «cerrado», nuestros ojos no ven, nuestros oídos no oyen. Vivimos separados de la vida, desconectados.
El mundo y las personas están «ahí fuera» y yo estoy «aquí dentro».
Cuando nuestro corazón está «cerrado», en nuestra vida no hay compasión, no sabemos sentir el sufrimiento de los demás, vivimos indiferentes a los abusos e injusticias que destruyen la felicidad de tanta gente.
Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a captarlo todo a la luz de Dios, comenzamos a intuir a ese Dios «en quien vivimos, nos movemos y existimos».
Sólo cuando nuestro corazón se abre, empezamos a intuir con qué ternura y compasión mira Dios a las personas.
Sólo entonces escuchamos la principal llamada de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre».
Lo decisivo es abrir nuestro corazón. Por eso nuestra primera invocación al Espíritu ha de ser ésta: «Danos un corazón nuevo, un corazón de carne, sensible y compasivo, un corazón transformado por Jesús”.