Que no me importe, Señor
Ser incomprendido, por defender que Tú vives en mí,
antes que ser elevado en el pódium del éxito efímero,
pero sin horizontes ni razones para existir.
Que no me importe, Señor.
Las risas de los que no me entienden por lo que creo.
Ni el vacío de los que no me quieren por lo que siento.
Que no me importe, Señor.
El no percibir algunas verdades que Tú me ofreces,
cuanto esperar a que un día se hagan realidad.
Que no me importe, Señor.
Cómo me rescatarás de la muerte,
cuanto saber que, ahora y aquí,
me acompañas y me animas con tu Palabra,
me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre
y, en el fondo de mi alma,
me haces arder en ansias de poder verte.
Que no me importe, Señor.
La burla de los que no se molestan en buscarte.
La sonrisa de los que, sintiéndose poderosos,
serán nada y polilla después de su grandeza.
Que no me importe, Señor.
Las falsas promesas que el mundo me ofrece,
frente a las tuyas que han de ser eternas.
Los cortos caminos, que me llevan al abismo,
frente a los tuyos –estrechos y difíciles-,
pero con final feliz y glorioso.
Que no me importe, Señor.
P. Javier Leoz