Lecturas diarias: 11 de Junio – Tiempo perdido
¿Tiempo perdido?
Es aquel en el cual no nos entusiasma ya nada,
ni disfrutamos tampoco de nada, ni amamos a nadie.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual cruzamos por un lugar o un momento,
sin tener plenamente conciencia de ello por estar
siempre añorando al otro tiempo: al ya muerto,
o preocupándonos por aquél que aún no ha nacido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual no se aprende ya nada,
ni damos nada, ni esperamos nada de nadie;
aquél que construimos con mil esperanzas amortajadas
o tan sólo un intento fallido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual nos culpamos de todo, odiamos a todos
y sufrimos de todo, permitiendo que un estúpido miedo
o un abrupto enojo nos convierta en un individuo vencido.
¿Tiempo perdido?
Aquél que, de repente y sin darnos cuenta,
ya se ha ido por guardar avariciosamente
una espontánea sonrisa, un dulce “te quiero”,
un esperado perdón o un olvido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual decidimos guardar tras un viejo armario
el respeto a los demás o a nosotros mismos y en el que,
además, cínicamente gritamos: “¡que bien a mí me ha ido!”
¿Tiempo perdido?
Aquél que se aparece en el umbral de nuestra muerte
y al cual le echamos la culpa de todo lo que fallamos
o de la mala suerte, en vez de reconocer que a Dios
lo pusimos siempre de lado y en un lugar escondido.
¿Tiempo perdido?
Aquél que, tú y yo, permitamos que siga fluyendo
sin mayor conciencia, amor o esfuerzo,
evitando de esa forma que nuestro ser pueda
al cien por ciento vivirlo.
Eduardo Orellana
Evangelio del día 11 de Junio con el Padre Guillermo Serra
Evangelio según San Juan 19, 31-37
Como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato, que les quebraran las piernas y que los quitaran de la cruz.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificado con Jesús. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron .