Lecturas diarias: 3 de Junio – Y… no nos dejes, Señor

Lecturad diarias: 3 de Junio – Y… no nos dejes, Señor

Tú has cumplido,
pero nosotros no, Señor.
Tú has hablado,
pero a nosotros nos queda cumplirlo, Señor.
Tú has subido a la cruz,
a nosotros nos asusta, Señor.

Tú estás cerca de Dios,
nosotros sentimos que –a veces– nos alejamos.
¡No nos dejes, Señor!

Porque cumplir tus Palabras,
es imposible si Tú no estás a nuestro lado.
Porque vivir según tu Reino,
es utopía si no nos enseñas el camino.

Porque amar, como tú exiges,
es insostenible si Tú no apoyas.
¡No nos dejes, Señor!

Y, porque ahora nos toca a nosotros, empújanos.
Y, porque tal vez estamos huérfanos, danos tu Espíritu.
Y, porque el miedo nos atenaza, infúndenos valentía.
¡No nos dejes, Señor!

Y, si Tú te vas,
deja un sendero luminoso tras tu Ascensión
para que, hoy y aquí,
el hombre no olvide que la tierra, no sólo es tierra,
que la humanidad, no sólo es humanidad,
que la muerte, no se queda en la misma muerte.
¡No nos dejes, Señor!

Y, si te vas, porque ha llegado tu hora,
ayúdanos, desde el cielo,
a cumplir la nuestra,
a llevar proyectos e ilusiones hasta el final,
a reír aunque por dentro estemos llorando,
a sembrar, aunque tengamos sensación de no recoger,
a predicar, aún a riesgo de no ser escuchados.
¡No nos dejes, Señor!

Y, aunque te vayas,
quédate en tantos gestos y palabras,
Sacramentos y momentos
que dejaste a tu paso entre nosotros.
Amén.

P. Javier Leoz

Evangelio del día 3 de Junio con el Padre Guillermo Serra

Evangelio según San Marcos 14, 12-16 .22-26

El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’

Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen: esto es mi cuerpo».

Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza que se derrama por todos.

Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

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