Así como el cuerpo se debe alimentar para poder sobrevivir, así también el alma se debe alimentar. El cuerpo se alimenta con lo material; el alma, con lo espiritual. Y uno de esos alimentos del alma es la lectura espiritual. Todos los días debemos leer un texto de algún buen libro, la Biblia, vidas de santos, o buenos libros de formación o meditación para que nuestra mente se llene de buenos pensamientos y nuestra voluntad haga buenos propósitos.
Así como todos los días alimentamos nuestro cuerpo, y varias veces al día; así también debemos hacer la lectura espiritual y, de ser posible, varias veces al día. Apaguemos el televisor que tanto daño nos causa a nuestra mente y a nuestro espíritu con sus imágenes desordenadas y ruido, y dediquemos el mayor tiempo a Dios y sus cosas.
Debemos alimentar nuestra mente con cosas buenas y evitar las dañinas porque el pecado comienza en la mente, es decir, comienza con un laborío de la mente y luego se concreta en el acto, y si tenemos la mente sana y bien alimentada con buenas lecturas, es muy difícil que nos dejemos arrastrar por el mal y el pecado y, al contrario, tendremos ánimo para imitar las lindas cosas que hemos leído o meditado.